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Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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«SOÑAR el sueño imposible y alcanzar la estrella inalcanzable». Muchos de nosotros recordamos con frecuencia la melodía de aquel canto central de la obra musical dedicada a «El Hombre de la Mancha». Mil veces nos hemos identificado con aquel ideal. Pasado el tiempo, nos encontramos a nosotros mismos desalentados, es decir, sin aliento. Parecemos aburridos de nuestra tarea y desengañados por la vida. Damos la impresión de estar de vuelta de todo. Hasta nos preguntamos si merece la pena empezar de nuevo. No hay que escandalizarse por ello. Son momentos de cansancio, sin duda. Desde fuera nos han frenado los impulsos mejores. Y, desde dentro, nuestra propia comodidad nos susurra que no nos molestemos en intentar cambiar las cosas. Pero no nos consideramos desahuciados definitivamente. En el fondo de nuestro corazón siguen bullendo la inquietud y la creatividad. No ha muerto el anhelo de emprender las más nobles tareas. Seguimos queriendo cambiar nosotros y cambiar el mundo. El dueño y el siervo «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: 'Arráncate de raíz y plántate en el mar' y os obedecería». Algunas imágenes evangélicas han pasado a formar parte de nuestra cultura. Así ha ocurrido con esa frase de Jesús que nos recuerda el evangelio de hoy (Lc 17,5-10). ¡Arrancar la morera de su terruño y plantarla en el mar! He ahí una imagen que suena a locura. ¡Qué insensata sería una fe que sólo sirviera para dar una muerte segura al árbol de la vida! A menos que signifique la capacidad de hacer posible lo que parece imposible. El evangelio de Lucas, tan sensible a las cuestiones sociales, parece sugerir el sentido de esta imagen con una parábola que añade a continuación. El dueño de las fincas ha de estar dispuesto a servir a la mesa a sus propios siervos. «Cambiar la morera de lugar» es la metáfora de la conversión. Y la parábola del cambio social que hemos de seguir soñando, planificando y realizando. Es una tarea inmensa. Pero sólo será posible si tenemos fe, aunque sea tan pequeña como un grano de mostaza. La tarea de la fe Por eso el evangelio de hoy comienza con una petición que los apóstoles formulan a Jesús: «Auméntanos la fe». La comunidad cristiana no dirige ese ruego al Padre celestial, sino al Señor Jesús, que, en su vida terrena, ha sido modelo de fe Él mismo. ¿ «Auméntanos la fe». Ésa es la oración del cristiano, consciente de la importancia de la fe. Sin ella no puede agradar a Dios ni encontrar el camino de la paz y la salvación. ¿ «Auméntanos la fe». Ésa es la plegaria de toda la Iglesia, que ha de aprender a interpretar los signos de los tiempos. Sin fe, la observación de la realidad lleva al relativismo. Sin atención a la realidad, la fe lleva al fundamentalismo. ¿ «Auméntanos la fe». Ése es el anhelo, más o menos consciente, de toda la humanidad. Las cosas son lo que son más lo que significan. Y el significado último de la realidad sólo puede ofrecerlo la fe. - Señor Jesús, que conoces nuestra insatisfacción e inquietud, danos el don de la fe para que podamos hacer de nuestro mundo un hogar de paz y de concordia, de solidaridad y de servicio mutuo. Amén.