El paisanaje
Moros y cristianos
ESTE FIN de semana ha sido pródigo en noticias de hondo calado para el país, según los analistas que entienden de la cuestión: el congreso nacional del PP, que se ha pasado del traje azul marino al naranja sport en el anagrama, adelgazando, ya también de paso, la emblemática gaviota (a la fuerza ahorcan); la legalización del matrimonio entre homosexuales con la posibilidad de adoptar niños (se supone que por razones técnicas, más que nada); y las elecciones americanas, que, aunque caen un tanto lejos, también las pagamos en el precio de la gasolina. Del asunto del PP, la renovación del partido y tal y cual lo más que se podría decir del cambio actual al naranja es que puede mejorarse: le ponen a Fraga, aunque ya sólo sea el capón de Villalba por excelencia, una cresta de punky y quedaría definitivo, metrosexual tope guay, incluso, si de lo que se trata es de darle una imagen moderna al partido en vez de ir al grano. De los matrimonios entre homosexuales para modernizar la familia de toda la vida se podría también añadir que, antes de palparse lo que hay que palpar en estos casos -y perdón por señalar, pero es lo que hay- se tienten también la cuenta corriente como los vulgares divorciados macho y hembra. Casarse es gratis, según el Servicio de Estudios del Banco de Bilbao, fiel donde los haya, pero lo malo es quién paga luego el vínculo indisoluble de la hipoteca, la compensatoria, la pensión alimenticia y patatín y patatán. Liberal como es uno, cada vez que se celebra el día del orgullo gay y de los chorbos y chorbas que van reivindicando el derecho a casarse como tipos y tipas vulgares, así como a tener hijos, en las asociaciones de padres separados nos limitamos a mirarlos conmiserativamente y, a primeros de mes, incluso con displicencia. «Estos son primerizos», confirmó el otro día nuestro asesor jurídico. Por último, respecto a Bush, Kerry y la guerra de Irak, aparte de que un primo segundo que iba para sargento haya quedado en paro como militar profesional después de la retirada de nuestras tropas, hay que lamentar también esta semana la muerte a bombazos suicidas de 38 niños. También la diñaron un soldado americano, dos policías iraquíes y el machote islamista que hizo la masacre, gajes del oficio. Pero lo que más duele son los treinta y tantos chavales que sólo iban a pedirles caramelos a los «marines» gringos. Hay que joderse. Paz y calma. El otro día pidió Zapatero en la ONU un «diálogo entre civilizaciones», como quien pide un cortao en la barra del mundo , para acabar con las guerras entre los secuaces de Jesucristo y Mahoma, los dos grandes profetas, según el Corán y Alá, el único, el clemente y el misericordioso. Si funciona, pues nada, pero es de temer otro «pacto de la mantecada», donde el único que sobrevivió en Astorga fue el propio Zapatero. Si servidor fuera Jehováh o Buda tocaría, por si acaso, madera en Nueva York. También ayer volvió a pasar por delante de mi casa una mora, camino de quién sabe qué trabajo de subcontrata, a eso de las nueve de la mañana. Llevaba como siempre un pañuelo anudado a la cabeza para cubrir un pelo que al imán de su mezquita le parece impúdico, al peluquero rizado y a los agnósticos del barrio simplemente moreno. En general les pasa lo mismo a todas las españolas, según el párroco de San Marcelo, con la única diferencia de que, a partir de los cuarenta, todas son rubias, como la senadora Isabel Carrasco (que perdone). Pero lleva la mora también unos vaqueros ajustados que delatan, aparte de su condición de mujer, que empieza a estar integrada en la civilización occidental. O sea que le va el rollo , como diría cierto amigo pacifista, enemigo acérrimo de Bush y que hace el amor y no la guerra a la más mínima oportunidad. Observando este fin de semana a la mora creyó encontrar uno el punto de acuerdo que puede servir de base a un diálogo entre civilizaciones. O, por lo menos, un «tête a tête», como diría nuestro aliado Jacques Chirac. Bush y Zapatero, tan suyos, deberían tomar nota igualmente. El susodicho punto de encuentro está justo en las costurs del lewis , como diría Bush, o de los pepe's de Zapatero, pero, en todo caso no tiene pérdida y habría que ser muy matado para no verlo, porque la mora, velos aparte, ha ganado ya su punto de libertad y va a lo suyo, como debe ser. Por un servidor que haga lo que quiera, pero Bin Laden, por ejemplo, no se lo hubiera permitido. Se ve que al árabe le falta talante de diálogo y a la mora ligue. El mundo es redondo y esta demostrado: como una naranja, según Rajoy, como un barril de petróleo en opinión de Bush o como los vaqueros de la mora de mi calle, según Zapatero y yo mismo. No hay que darle más vueltas al asunto.