Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Confidentes, soplones y chivatos

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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DESPUÉS DE conocidos algunos de los resortes mediante los cuales la policía, por coger al que no es, coge al que es, hemos descubierto uno de los resortes por los que la dicha policía nuestra de cada día, cumple con su deber, que es el de coger con las manos en la masa o a través de la información recogida de los mecanismos habituales. Nada o poco de policía científica. El recurso principal para dar con el maleante, es el acusica, que decíamos en el colegio de los Maristas. Un chico acusica, era como un infeliz con piojos: los demás discípulos de la clase, eludían su presencia y más aún su contacto porque además de temer el contacto, habían conseguido aclarar el verdadero significado del clásico muchacho chivato: Se trataba en puridad de un ser absolutamente clandestino, con el cual nadie quería establecer relación. El confidente de las grandes tramoyas sociales, políticas y religiosas (el Santo Ángel de la Guarda, no es, en realidad si no un chivato a lo divino), se inscribía en la nómina como confidente, soplón, chivato o causita. En el fondo y aún en la superficie la sociedad moderna como la antigua tendía a crear y mantener activo un cuerpo dedicado a vigilar a los miembros de la comunidad, a cercar a los malhechores de oficio y a garantizar la seguridad, la tranquilidad y el sosiego para todo el conjunto humano que puebla la nación, el país, la comunidad, la parroquia. Pues pese a lo que el oficio de soplón por ejemplo puede tener de provechoso para la paz social, no suelen ser estimados sus miembros, en lo que realmente representan, porque además de aparecer como marginados, cuando se descubre algún sucio tinglado el honor de la operación se la lleva al comisario jefe. Últimamente, con ocasión -desdichada ocasión- del asalto del tren o de los trenes de Atocha, el confidente apareció tan en primer término, que más que un mecanismo supletorio del instrumento policial parecía el protagonista del drama. En realidad los espías oficiales que todos los Estados alimentan a sus propios pechos, no son sino chivatos con diploma pero en esencia, chivatos. Cuando todavía el confidente no tenía ni el rango ni el respeto oficial que ahora obtiene en el cumplimiento de su deber, el fondo del cual se abastecían los unos y los otros tenía un nombre bastante significativo: Se le conocía por «Fondo de reptiles» y era o es, porque no sé si todavía se mantiene, de donde salían los dineros para pagar la cuota establecida por los chivatos. Y bueno, a donde quería llegar era a que ignoro si estos funcionarios en la sombra son o no indispensables, ni si los dineros que nos cuestan, resultan superiores a nuestras posibilidades. Lo único que debiera preocuparnos, con el manejo de este servicio es que los responsables de su utilización no se equivoquen, y efectivamente que por coger al que es cogen al que no es. En honor a la realidad hemos de convenir en que el confidente es un resorte necesario, sin el cual muchos delitos quedarían impunes pero tampoco debiéramos olvidar que el mal uso de dicho menester político, social o cultural, nos costó a los españoles en su trágica confrontación, cientos, quizá miles de víctimas absolutamente inocentes.

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