Diario de León
Publicado por
ANTONIO CASADO
León

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NUNCA como ahora se habían visto en España percepciones tan contrapuestas de la realidad política a través de los medios de comunicación. No me refiero tanto a lo que es y siempre fue, por fortuna para una valoración plural de la realidad, la percepción diferente de un mismo asunto según el cristal con que se mira, sino a la pura y dura promoción de asuntos que solo motivan a quienes los airean y, por ello, acaban teniendo un vuelo muy corto. Debemos saber, por ejemplo, que ni Estados Unidos va a decretar un embargo a España por el ninguneo de su bandera en el desfile militar del otro día, ni la Iglesia va a excomulgar a Rodríguez Zapatero por legislar a favor de los matrimonios gais. El reciente homenaje a la ancianidad en las personas de dos ex combatientes de ideas contrapuestas o la exhumación de cadáveres olvidados junto a los caminos de España desde hace más de sesenta años no va a reavivar de ninguna manera el rescoldo de la guerra civil. Por mucho empeño verbal que pongan algunos. Sin embargo, en la demarcación política y mediática del PP, probablemente dominada aún por la perplejidad de una derrota electoral no prevista, este tipo de alarmismo sin fundamento, unido a polémicas o debates desconectados de la realidad, están creciendo como los hongos. Se crea ese caldo de cultivo en un sector muy concreto de los medios de comunicación. A veces, un solo periódico debidamente coreado por una cadena de radio. Con apoyo de la dirección del PP o una parte de ella. A veces, hasta se nota cierta pereza en algunos dirigentes del PP que entran al trapo de esos climas artificiales como arrastrando los pies, sospechando en el fondo que no sirve de nada rasgarse las vestiduras si el resto de los mortales pasa de largo sin echar apenas una miradita de reojo. Las extravagancias de Maragall, la interesada locuacidad carcelaria de un tal Zouhier, el supuesto desaire del embajador de los Estados Unidos en Madrid a Rodríguez Zapatero, la nueva ola de furioso anticlericalismo levantada por los socialistas, etcétera, son fantasmones carnavalescos que no asustan a nadie, que no motivan a la opinión pública o, aún en el caso de que algún sesudo analista capte su importancia, dejan absolutamente fríos a los ciudadanos y, a menudo, al resto de los medios de comunicación.

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