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Publicado por
ANTONIO PÉREZ HENARES
León

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LA SEMANA pasada, al PP le pintaban bastos y le amenazaban tormentas por los cuatro puntos cardinales. Esta, con el gesto responsable de Gallardón y el pronto reconocimiento de una derrota cantada, le ha escampado algo a Rajoy. Falta les hace, porque al PSOE parecen no afectarles los tropezones y Zapatero levita sobre el panorama político con niveles de popularidad confortables que parecen a salvo de las múltiples meteduras de pata de sus ministros. El Estado de gracia he podido comprobarlo en Cataluña, donde están que lo besan después del acto de Montjuic y el compromiso de rehabilitar el honor de Companys. No está de más tampoco que se recuerde que hubo «paseos» por ambos bandos. Lo hizo Maragall y no es baladí notarlo también. Pero me da cierto vértigo que so pretexto de ello entremos, hemos entrado ya, en una vorágine que nos siga impidiendo dejar ya definitivamente atrás aquella atrocidad y que nos liemos ahora a muertazos cuando nos acercamos a los setenta, año en que comenzará la peor hecatombe de nuestra historia. Mejor sería pasar de manera definitiva tan sangrienta página, que la verdad yo creía que ya habíamos pasado. Si empezamos a reabrir sumarios y revisar sentencias históricas esto puede acabar en un nuevo juicio que declare culpable a Favila de que lo matara el oso. Zapatero sigue viviendo días de vino y rosas, pero no sé por qué me malicio que esto puede acabar y de manera repentina. Cualquier día el granero va a reventar y de no tomar nada en cuenta sumar todos los despropósitos que uno tras otros y sin fallar, un día cometen las ministras líderes en meter la pata, la Trujillo y la Calvo destacadas con la de agricultura a los alcances, algunos ministros empeñados en liar pajarracas como López Aguilar o de meterse a limosneros y pedirnos que demos para el Domund, en versión ZAP, un 0,5 por ciento del salario. Porque esto si que ha sido fuerte. Que la izquierda gane unas elecciones para que ahora el ministro de trabajo, Caldera, nos venga con la lucha de las misiones. Que eso y no otra cosa es en esencia la ocurrencia que ha tenido, pero presentada en versión políticamente correcta con los envoltorios de solidaridad y el embalaje de ONG. O sea, lo del Domund de toda la vida pero, eso sí, en versión progre.

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