Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

El croar de los autólogos

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

Creado:

Actualizado:

EL MUNDO está lleno de «autólogos». Se podría llamar a sí a esas personas que sólo saben croar y hablar de sí mismas. Habría que hacer un ejercicio de atención y observar durante unos días las conversaciones que se desarrollan a nuestro alrededor. Los políticos se glorían de lo mucho que han hecho o van a hacer a favor de los ciudadanos. Los profesionales nos cuentan una y otra vez la forma excelente con la que ellos han abordado siempre tal o cual problema. Los artistas gustan de repetirnos los éxitos y triunfos que han cosechado a lo largo de su carrera. Los periódicos presumen de tener la tirada más amplia y las emisoras de radio y televisión alardean de su cuota de audiencia. En las tiendas y en las salas de espera muchas personas nos cuentan lo bien que cocinan tal pescado. Incluso ante Dios se nos va el tiempo en hablar de nosotros mismos, como si todo el mundo girase a nuestro alrededor. Dos formas de orar Parece como si los evangelios dominicales de este mes de octubre constituyeran un curso sobre la oración. La parábola de la mostaza y la morera nos enseñaba a orar con una fe confiada. El encuentro con los leprosos nos recordaba que además de la oración de petición hay que cultivar la de gratitud. Con la parábola de la viuda y el juez inicuo se nos pedía orar con perseverancia. En este domingo, la parábola del fariseo y el publicano nos invita a orar con humildad (Lc 18,9-14). Ambos han subido al templo a orar. Es cierto que en la oración los dos hablan de sí mismos. El fariseo presume de ser un cumplidor exacto de la Ley de Moisés. Está bien lo que hace. Pero está mal que desprecie a los demás, que catalogue al otro por su profesión y que se crea con derechos adquiridos ante Dios. El publicano sabe que su tarea lo define como una persona no grata para la sociedad. A nadie le gusta que le cobren impuestos y menos aún que ese dinero vaya destinado a una potencia enemiga. Mal visto por las gentes y con una mala conciencia, habla de sí mismo pero sólo para reconocerse pecador y pedir perdón a Dios. Verdad y humildad La parábola del fariseo y el publicano nos presenta, pues, dos formas de orar. La primera brota de la altanería del orgulloso. La segunda refleja la humildad del que se sabe pecador. ¿ «Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás». Creerse mejores y más perfectos que los demás es una falta contra la verdad, contra la justicia y contra la piedad. Nos mentimos a nosotros mismos tratando de ignorar nuestra miseria. Despreciamos a los demás al juzgarlos por las apariencias. Y ofendemos a Dios, fuente de todo bien. 1396862068 «Oh Dios, ten compasión de este pecador». Reconocer la propia debilidad no es motivo de vergüenza. Admitir humildemente el propio pecado revela la gran estatura moral de la persona. Es un signo de su grandeza de ánimo, de su solidaridad con los demás y de su confianza en el Dios del perdón. - Señor Jesús, manso y humilde de corazón, enséñanos a descubrir nuestra verdad más profunda y a asentar en la humildad nuestra acción y nuestra oración. Amén.

tracking