Diario de León

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VIENEN moros. Tarik, primer armador de pateras en escuadra para cruzar el Estrecho, resucita dando nombre a una mezquita barcelonesa y engorda como un pego en los nidos que hace el pájaro de la locura en la mollera de unos cuantos tarados hijos de las profecías. Hay algún miedo en la calle por el bulto inquietante de todo lo que vamos sabiendo de células islámicas dormidas y sus magniobjetivos. Estos moros, esos cuatro aloriados por la furia y la chulería, van a por todas, o sea, vienen. Les han empapado de doctrina cerril. Hacen leva fácil en cárceles. Así fue desde Espartaco hasta Bakunin. Los otros moros que vienen a sólo pencar para girar el sueldillo a su pueblo, ¿qué hacen o piensan ante los arrebatos de crimen, venganza y vindicación de sus paisanos de pellejo o doctrina?... Habrá de todo, supongo, pero el silencio, muchas veces cómplice, será quien mande, entienda o celebre. Unos y otros han llegado a una tierra peninsular que prolifera en alardes monumentales y estilos arquitectónicos de lo suyo, grandes obras, sistemas hidráulicos, presas, alfolíes, alhóndigas, mezquitas, fortificaciones... Verán rasgos propios hasta en ábsides de iglesias en las que se predicó su persecución, ábsides de albañilería morisca que chiflaba a abades y prelados, artesonados mudéjares para dejar pasmado el techo de santuarios, palacios y parroquias. Muchos emigrantes árabes han de quedarse asombrados ante tanta obra califal y regusto arabí incluso en este norte donde jamás se levantaron ciudades o poblados musulmanes (tenían pánico al general Invierno de aquí al que sólo acataron los mozárabes, que eran cristianos escapados de Córdoba o Toledo). Cuando un inmigrante magrebí ve San Miguel de Escalada o Santiago de Peñalba, ¿qué piensa? Seguramente sabía lo de Córdoba y su descomunal mezquita, la Alhambra, la Giralda y Al Ándalus, pero hallar tanto ladrillo suyo en Sahagún, Arévalo, Cuéllar o Sepúlveda les tiene que inflar el pavo cosa mala o cosa demente. Lo mismo que a nosotros cuando vamos por sus países y vemos el rastro occidental en basílicas, arquitecturas, fortalezas o fastuosas iglesias de Palestina con comunidades enteras de religiosos católicos a los que llaman, para entenderse entre ellos, los imanes de los cruzados invasores.

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