Diario de León
Publicado por
Antonio Núñez
León

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HACIENDO memoria de cuando éramos chavales, hasta que llegó Manolo Santana lo más parecido al tenis que había en España eran las canicas (por otro nombre guá , también pariente pobre del golf), y el ping-pong, que los chinos rebautizaron luego como tenis de mesa, seguramente porque no cabían todos en la pista. De aquella el tenis propiamente dicho sólo estaba al alcance de Emilio Botín, el del Banco Santanter, y del marqués de Villaverde, que por ser yerno de Franco tenía licencia para estas y otras extravagancias. A los que sólo nos gusta el fútbol cuando pierde el Madrid el tenis siempre nos pareció un deporte elitista y, como tal, soso: dos paisanos de punta en blanco que se pasan una pelota de nada - pa ti, pa mi todo el rato- y un árbitro que, como pide silencio, tampoco se le puede abroncar ni mentarle a la madre. Tuvo que llegar a finales de los sesenta Manolo Santana, como se iba diciendo, para que el tenis se convirtiera en un deporte, si no popular, sí, por lo menos, de clase media o de medio pelo. Y después de la democracia cualquier urbanización de chalés adosados, acosados y apareados tiene, como mínimo, una cancha de tenis y una piscina, que sirven mayormente para enseñárselas a los amigos de Ordoño o de la Chantría, pero ahí están. Manolo Santana, el tenista español más famoso de todos los tiempos, inició su carrera, por si alguien no lo sabía, como chico recogepelotas y, si luego dio el salto a Wimbledom, la fama y la copa Davis, para los ricos la «ensaladera», se debió sin duda, a que el pueblo necesita poco espacio para batir a los prepotentes, por burro que sea, incluso en canchas de tierra batida. Basta con observar y aprender, como Roldán. Esta semana el tenis se ha hecho tan popular y progresista que la secretaria de Estado de Política de Igualdad de la Mujer, Soledad Murillo, ha levantado una enorme polvareda al protestar porque las recogepelotas de hoy día sean modelos femeninas en el Master Series de Madrid, campeonato en el que lucen falda corta y camiseta sin mangas, indumentaria que, por cierto, les sienta muy bien al decir del árbitro y más o menos la mitad del público (el otro 50% son mujeres). Pero la subsecretaria Soledad ha pedido la retirada inmediata de las modelos de la pista por considerar que su presencia es sexista, impropia de un acontecimiento deportivo y «contribuye a fomentar una clara visión discriminatoria de las mujeres, que aparecen como simples objetos de decoración y divertimento». Lo de la visión es rigurosamente científico y no se puede negar, aunque hay algunos jugadores que, como el catalán Alex Corretja, se han apresurado a declarar que «yo voy a lo mío y no me fijo». O es feminista o miope o gay. Lo primero es casi seguro que se la sude a la afición, pero lo segundo debería preocupar seriamente a su entrenador y lo tercero, sin duda, a su señora esposa. En nombre de un feminismo mal entendido se dicen muchas tonterías. Manolo Santana, con ser quien era, nunca dio tan bién en la pista cuando ejercía de recogepelotas. Y eso que no paraba nunca de sonreir: el problema eran dos incisivos o belfos que para sí hubiera querido el Conde Drácula. Si triunfó y ascendió en la exclusiva escala social de lo tenístico sería por otras cosas y habilidades, no precisamente, por ejemplo, las que tiene la Kournikova. Seguramente el secreto de ser alguien en el tenis, como en general en la vida, consista en aprovechar los dones que Dios le dio a cada cual o, por lo menos, parece lo más lógico, huyendo de machismos, feminismos y demás leches: si sale con barba San Antón y, si no, la Purísima. Por cierto que comentando estas y otras cuestiones el otro día con el alcalde de León, Francisco Fernández, de alias cariñoso Paco Raquetas por el juego de muñeca en los pactos municipales y porque también empezó de recogepelotas en el casino, como Santana, aseguró no estar en absoluto de acuerdo con la teoría de la subsecretaria. Sobre faldas, dotes que la adornan de flequillo para abajo en tal o cual sitio, y cómo pudo llegar la tal Soledad a subsecretaria de ministerio, si no es jugando al pádel en el frontón de su pueblo ella sola, vista la comparanza con las fotos de las modelos, el alcalde de León prefiere no pronunciarse. Y, ya metidos en el argot tenístico y preguntado si él había tenido que enseñar también lo suyo para ascender de recogepelotas a alcalde, respondio muy seguro seguro de si mismo: yo nunca me bajaría los pantalones delante de la UPL. Es un tipo legal, estilo Manolo Santana. Pero, como en los tiempos que corren la la mayoría de los colegas que cubren la información municipal son mujeres, la mía me ha dicho «eso se lo dirá a todas». A lo mejor es sólo otra bola.

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