Diario de León

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SE ABRAZÓ a la muerte en un salto de rabia ese chaval de Fuenterrabía mientras le rebotaban en el cogote las risotadas de sus colegas de pupitre. Se habló mucho de este suceso, conmovió al país. A esas edades, la burla es un acero que hiere buscando morir de risa y a veces mata. Es la guerra que hace el chulo y sus palmeros al feo, al gordito, al débil, al empollón... Quien haya sufrido estos trances sabe del sabor a gasoil y herida que se instala en la boca, ahí donde nace la lengua, y después, el calentón de sangre que se empantana tras los ojos... para nada, para callarse y fajar mascando maldiciones e impotencias. Si la cosa se hace costumbre, uno acaba rindiéndose, o no rinde, se acompleja y va de trauma por la vida. Violencia en las aulas; vaya novedad. Cunden alarmas y se emiten informes. Agresividad y lenguaje gratuitamente soez son asignaturas. Y es que los guajes, por guajes, son siempre cabrones y tienen su propia escuela de fascismos en el patio; allí manda y pita el arrogante. La crueldad con la que pueden manifestar su superioridad es refinada y brutal, teniendo en cuenta que han conseguido un máster en violencias virtuales después de las mil trescientas horas que consumen al año pegados a la tele o a esas videoleches con orgía de fostiones y zambombazos. Mucha violencia hoy, ya, pero en mis tiempos de escuela nacional, escuela de alinearse, ar, himno nacional y cartabonazo de canto, los disciplinados chavales del aula eran igual de cabrones o más en cuanto cruzaban la puerta de salida. En las guerras de barrio que manteníamos en los altos de Cantamilanos y La Nevera contra las hordas de Las Ventas y Corea intervenía un armamento descalabrador y cartaginés, tiradores de guijarros para dejar tuertos y arcos con flechas de varilla de paraguas afiladas con mala fe para poder atravesar un brazo. A Nando Roces, que estudiaba en El Cid con nosotros y no tenía ni media órdiga, le ataron una vez en un palero de La Candamia, le despelotaron y le untaron con mierda de cagadas paisanas que proliferaban tras aquellas sebes. No volvimos a verle por la escuela. Un chaval del curso de mi hermano se rilaba en los deportes, le castigaban por nenaza a dar vueltas al campo y con doce años se le reventó el patato y murió... (continuará)

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