Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

El corazón herido

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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CREO QUE el título de este comentario de hoy corresponde a una de esas canciones que mueven muchedumbres de muchachas en flor y de chicos en la luna, referidas al corazón. El corazón, como todo el mundo está obligado a saber, es la víscera más importante de todo el complejo mecanismo humano. Si el corazón se detiene, la vida también se espanta. De todo lo cual se infiere que dependemos principalmente del corazón para andar por este mundo, sin caernos. Los señores médicos de la S.S. (Seguridad Social para los enfermos) naturalmente se preocupan principalmente, de que el corazón responda adecuadamente, y con fidelidad, a lo que de él se exige, que es mucho. En puridad y dicho sea a lo artesanal, todos los medios de que la ciencia dispone se orientan hacia la defensa del corazón. De modo que cuando se nos dice que, al fin, el Hospital de León dispondrá de una unidad de cirugía cardíaca de plena garantía, al frente de la cual se cuenta con un profesional de muchos méritos, los leoneses nos sentimos en cierto modo garantizados, como cuando al reloj de la cocina se le acaba la cuerda y acudimos al mecánico para que nos arregle el desafuero y nos coloque otra válvula de garantía. El doctor Mario Castañón Ruiz, al cual afortunadamente todavía no hemos recurrido para conseguir acompasar nuestros latidos, parece ser que era lo que el centro hospitalario necesitaba «para el paso definitivo a fin de que, en el centro leonés, puedan realizarse intervenciones cardíacas, sin tener que transportar al paciente a Valladolid. Y esta noticia nos ha proporcionado la dosis de seguridad que solamente un corazón sano y seguro nos proporciona. Yo, lo confieso, soy un enfermo raro y de muy difícil atendimiento. Todavía me pone nervioso cuando la enfermera me administra la vacuna nuestra de cada mes de octubre. Y cuando un día, la misma encantadora e implacable enfermera, siguiendo las indicaciones del médico, me dijo que le permitiera examinar mi pobre corazón, entendí que lo que se me pedía era permiso para que les enseñara el corazón. Y me dio tal vergüenza que huí aterrado. Porque enseñar el corazón a un extraño, simplemente para que lo vea y lo examine en profundidad, siempre me ha parecido un sacrilegio. El corazón, señora, me permití explicar, no se enseña a nadie a quien no se ame profundamente. Eso de «con el corazón en la mano»o «con la mano en el corazón te lo juro», me parece una frivolidad en la que el ser humano no debe incurrir. Porque corazón no hay más que uno. Lo que sucede es que es único e intransferible. Cuando de un hombre o de una mujer se dice que son seres sin corazón, nos estremecemos de horror porque solamente a señoras muy descarriadas y a tíos con muy mala sangre se les considera que «no tienen corazón». La noticia de que al final los leoneses vamos a disponer de un servicio cardiaco adecuado, nos ha hecho mucho bien y lo agradecemos desde nuestra condición de enfermos consuetudinarios. Pero por favor, no nos pidan que les enseñemos el corazón, porque el corazón, como otras intimidades, no se enseña a cualquiera. De todo corazón, gracias, muchas gracias.

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