Diario de León
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RAMÓN PI
León

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HAY VARIAS buenas razones que explican la pasión con que en España, y en general en la Unión Europea, se siguen las elecciones presidenciales de Estados Unidos. Ya saben: el imperio, la única superpotencia, el unilateralismo, la OTAN, Irak..., además de las que podríamos considerar tradicionales en la izquierda de cuño u origen marxista, tan aficionada a interpretar lo que pasa en Estados Unidos como la suma de todos los males sin mezcla de bien alguno. No hay más que recordar cómo en la Europa libre, la salvada del totalitarismo dos veces por los americanos, la izquierda parte de la base de que sólo hay una persona peor que el presidente de Estados Unidos, que es el siguiente presidente. Para nuestros «progres», se pasó del insignificante Truman al franquista Eisenhower, de éste al intervencionista Kennedy, el de Bahía Cochinos, de Kennedy al paréntesis Johnson, de él al corrupto Nixon, luego al inútil de Ford, que dio paso al cacahuetero Carter, de Carter al mediocre actor Reagan, del mediocre actor Bush padre, horror, de él a Clinton (que se salva por la provocación de lo de Lewinsky), y de Clinton a Bush hijo, el demonio de los demonios. Si gana Kerry, que se prepare. Y si repite Bush, no lo quiero ni pensar. Como se ve, es la pura pasión. Nuestra amada izquierda, racional, científica y esas cosas, pierde los papeles cuando se trata de los americanos. Pero hay una razón muy profunda en este caso que hace de esta contienda algo más que una confrontación política. Lo que está en juego es toda una concepción filosófica del hombre, del mundo y de la vida. George W. Bush se enfrenta consciente y abiertamente a eso que se conoce como la dictadura de la corrección política, que se funda en el relativismo moral (todo vale lo mismo, o sea, nada vale nada), el pesimismo intelectual (la verdad no existe, y si existiera no se podía conocer), el hedonismo vital (todo se supedita al placer y al «sentirse bien»), y la superficialidad mental (mandan los sentimientos sobre las ideas, el dinero sobre los valores). Esta confrontación es silenciosa, pero tremenda. Y como los restos del naufragio de la izquierda europea tras la caída del Muro se han refugiado en el feminismo papanatas, el ecologismo idolátrico y el igualitarismo irracional, Bush y lo que representa son enemigos mortales.

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