GALOPANDO NUBES
Sálvese quien pueda
ES LA MAÑANA del 3 de noviembre en Tennessee: trae un lúgubre resultado para Kerry, un candidato que acaso es «¿demasiado inteligente para ser presidente de los EEUU?», como apuntaba Ariel Dorfman en Los Ángeles Times. El senador demócrata -¿consciente de la corrupción de valores que roe las entrañas del país cuyo rumbo pretendió cambiar?- acaba de tirar la toalla sin desentrañar los últimos votos que no van a cambiar estas elecciones. Asusta pensar que tantos norteamericanos, para sentirse seguros, además de preferir en su hogar la posesión de armas a los libros, rechacen conocer la verdad (o asumirla cuando se la presentan) exhibiendo así su desprecio por la lucidez crítica, su incapacidad para cambiar prejuicios por datos objetivos y una prevención enfermiza contra cualquier síntoma de intelectualismo (o de comprensión y tolerancia racional: analicen el calvario al que se sometió a Clinton por un desliz privado) y prefieran -aunque de esta forma se hagan cómplices de conductas anómalas si es que no son criminales- revalidar la resbalosa política «preventiva» de Mr. Bush. Pese a que ésta sea invasora de soberanías nacionales, vulnere básicos principios democráticos, elimine derechos civiles cuya defensa costó vidas y sufrimientos incontables, cause guerras sin fin al provenir de alguien tan obtuso para comprender la complejidad del mundo como es su líder hoy reelegido. Georgie Boy, en el escabroso mandato que inició tras robarle la presidencia a Gore, ha conseguido emponzoñar más este planeta en favor de un maniqueismo expresado en inglés rudimentario, gracias a una fóbica cruzada personal que ahora queda revalidada por las urnas. Pero son -o así se creen- estas buenas conciencias, honestas y de un infinito egoísmo que sólo respeta la salud del dólar y sus cuentas de ahorro de las que la mayoría tampoco comparten un rédito de pan con sus hijos. No se trata sólo de un feroz materialismo resultado de la ignorancia, incultura y aislamiento sofocantes, y la suma de una actuación carente de ética y rigor por parte de la casi totalidad de los medios de comunicación que se dedican a la trivilización, más embrutecedora si cabe, de una ciudadanía ensimismada en su ombligo que cacarea el discurso oficial de detentar el mejor de los modelos y de que todo lo malo que les sucede se deriva de la envidia exterior hacia sus «libertades». Pero hay algo más peligroso en el sistemático lavado de cerebro ejecutado por las iglesias fundamentalistas cristianas que sirven así simultáneamente a los asuntos religiosos y a los intereses prácticos y económicos que tanto les obsesionan. Porque además de su gerencia fiel a las industrias petroleras y armamentistas, y siendo coherente con ella, Mr. Bush nos aclara que su firmeza se templa en la voz de un Dios ¿de bolsillo? entregado a dictarle las nuevas tablas de la ley. Así la masa le percibe como un hombre sencillo e iluminado que además de compartir sus valores añejos está entregado a la acción de ángel vengador (aunque nunca la ejerciera en Vietnam) que dispara (delegando en aquellos a los que no les queda otro camino para salir de la miseria que cargar los fusiles) antes de preguntar. Si pensamos que en USA sólo cuentan sus muertos (aunque cada cadáver estadounidense cueste otros veinte caídos de otras nacionalidades consideradas inferiores y que en el caso de ciertos países algunos llegan a sentenciar que «habría que borrarles del mapa»), entenderemos un poco de qué va la cosa en términos de compasión humana (que aquí inexistente se confunde con caridad exhibicionista que desgrava). Votan muchos ciudadanos limitados en todos los órdenes al mismo gendarme que les estafa no alterando el sistema impositivo y se gasta sus dineros en bárbara destrucción. S La filosofía de «hacerse a uno mismo» y el miedo al control del estado les aleja de esa conquista europea que es el estado del bienestar solidario: seguros sociales, asistencia médica y educación gratuitas, vacaciones reparadoras donde las personas pueden aprender algo de geografía, de historia, de la diversidad, descubriendo también que los privilegios que disfrutan no son tan inocuos y llegan a menudo teñidos de pobre sangre explotada y remota, vertida por los fieros capitalismos tutelares de sociedades tan monstruosas como ésta misma que se refocila en su ignorancia y el argumento sanguinario de las bombas mientras declara la protección moral del embrión.