Diario de León

LITURGIA DOMINICAL

Las señales y la espera

Publicado por
JOSÉ ROMÁN FLECHA ANDRÉS
León

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HACE poco nos decían que casi ochenta mil personas han muerto en un solo año a causa de las catástrofes naturales. En la mayor parte de los casos azotan sobre todo a los más pobres. Pero muchas de ellas son difíciles de prever hasta en los países más ricos y mejor preparados. Ante esas desgracias hay quien aprovecha la ocasión para despojar aún más a sus vecinos, para negociar con la miseria ajena, para tratar de enriquecerse gracias al barro y a la sangre. Hay otros que se contentan con reclamar medidas publicas de prevención y de socorro, pero no se molestan en dar una mano y aportar su propia ayuda. Además, son muchos los que se hacen preguntas sobre la providencia y la bondad de Dios. Les gustaría que él evitara todos los desastres, incluso los que hemos ocasionado con nuestra desidia o avaricia. Olvidan que la omnipotencia de Dios no se manifiesta tanto en su fuerza cuanto en su ternura. Anuncio y denuncia El evangelio pone en boca de Jesús un discurso que se llama «escatológico» (Lc 21,5-19). A los discípulos, admirados por la belleza del templo de Jerusalén, Jesús les dice que será destruido. A ellos les gustaría saber el momento exacto de la destrucción. El Maestro parece no escuchar y continúa anunciando terremotos, hambres y epidemias. No es un profeta de calamidades. Cuenta con la realidad de las cosas. Pero sabe que a lo largo de los siglos muchos se presentarán como falsos mesías. Ante el dolor de las catástrofes, los pueblos suelen entregarse en manos de quien se presente como salvador. El Señor anuncia su venida y denuncia a los impostores. El discurso escatológico no pretende desencadenar el pánico ni darnos unas claves secretas para saber cómo y cuándo van a ocurrir las cosas que aguardamos o tememos. Trata más bien de fundamentar nuestra esperanza en el Señor de la historia, invitarnos a prestar atención a los «signos de los tiempos» y a leer en ellos la señal de una providencia que a veces nos resulta incomprensible. Las señales están para orientar la espera. No para satisfacer la curiosidad. 1397124194 Esperanza y salvación Las advertencias de Jesús terminan con una frase que se podría traducir así: «Con vuestra constancia salvaréis vuestras vidas». En esas sencillas palabras se encuentra la clave del discurso. Son como un testamento y un aviso para el camino. ¿ «Con vuestra constancia salvaréis vuestras vidas». No nos invita el Señor a practicar el cinismo agazapado de quien no se compromete para esquivar todo riesgo. Nos advierte del valor humano de la prudencia confiada y constante que sabe descubrir las metas y calcular los pasos necesarios para alcanzarlas. ¿ «Con vuestra constancia salvaréis vuestras vidas». No podemos caer en la tentación de creer que nos salvamos a nosotros mismos o que nos salvan los embaucadores de turno. Esa constancia que nos salva es el nombre diario de la virtud de la esperanza. Gracias a ella confiamos en el único Salvador de nuestras vidas. - Señor Jesús, tú nos has recordado que hasta las grandes obras de nuestra historia son frági les y cadu cas. Ayúdanos a mirarlas como medios y nunca como fines en sí mismas. Y despierta en nosotros la confiada y activa esperanza de los que aguardan tu venida. Amén.

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