Diario de León

Creado:

Actualizado:

EN HABLANDO de castañas, pues el tiempo de magosto no ha acabado todavías, vimos anteayer una de oro, una refulgente castaña. Para verla hay que escarbar y mover el colchón de hojarasca y alfilerarse los dedos con erizos gafos que perlan de sangre menuda las manos de las mozas inocentes como si fueran costureras novicias, erizos que sólo hacen cosquillas en el hocico del jabalí. Y entre la broza apareció esa castaña de oro. Era Amancio Prada, el primer destinatario de este galardón de reconocimiento y honra que ha instituído Prada a Tope, pradiña que es, prado en el que se crían nuevas promesas de huerta, bodega y monte. En la chapa que ilustra este galardón figura la siguiente leyenda: «A Amancio Prada, por su música de alma y de paisaje llevando con gala El Bierzo por el mundo». Este tipo de honras, y más en sus primeras ediciones, propenden a otorgarse a gente de relumbrón por cargo o poder, especialmente en esta tierra que es una verdadera sociedad de homenajes mutuos. Pero no será fácil encontrar quien mejor pueda resumir lo berciano y destilarlo en lágrimas de emoción como Amancio, porque es voz de hilo de oro con la que se cosen las nubes de su clima, es voz sin servidumbres de tierra ni de señoríos que se convierte en vino caliente con miel para quien la bebe... esa música que es melancolía y danza, verso y hondura. El trofeo que da cuerpo a este galardón que se le entregó a Amancio en Madrid es un tocho respetable de castaño anciano que vivió de pie doscientos años mamando la sustancia enterrada que sostiene aquella inmensidad berciana y que, al morir, no se fue al pudridero, sino a dar cobijo a granos, cubas y gentes como vieja viga del palacio de Canedo donde pasó otros doscientos años amparando sueños que mueren y resucitan. Y para fundir el metal de esa castaña fueron convocadas lágrimas de Las Médulas, pajuelas de oro nativo que duermen en la barriga de aquellos montes quebrantados o en las arenas del Sil que aún batean algunas paisanas de Puente y Valdeorras. Madera y oro, sudor del pueblo hermanados para la honra de un paisano de entraña y por derecho. Cuando los honores caminan por la senda del arte y del genio, uno está dispuesto a considerar que la esperanza no se ha desterrado del todo.

tracking