LITURGIA DOMINICAL
Un ladrón ante el rey
Sabemos que a veces se pide el indulto para una persona que había sido condenada por sus delitos. En esos casos las opiniones se enfrentan, a veces con virulencia. Para unos ha de prevalecer la justicia y la seguridad de la sociedad. Para otros ha de prevalecer la posibilidad de reinserción social del condenado. A las gentes les resulta especialmente difícil pedir el indulto para los asesinos y los ladrones que se han apropiado de los bienes de todos, especialmente cuando esos bienes no se devuelven a la sociedad y se sabe a qué manos han ido a parar. En situaciones excepcionales descubrimos nuestra doble moral. Los que hemos condenado los delitos ajenos hemos de reconocer alguna vez que tampoco nosotros somos inocentes. Hemos ido cubriéndonos con una careta protectora. Pero sólo la verdad nos hace libres. En esos momentos de especial sinceridad quisiéramos que alguien nos comprendiera y nos perdonara. Necesitamos que la misericordia venga a reparar la miseria de nuestras faltas. Aspiramos a ser una persona nueva, con un corazón nuevo. El mesías rey En la fiesta de Cristo Rey, el evangelio de Lucas nos recuerda en exclusiva una conmovedora escena de súplica y perdón. Dos malhechores han sido crucificados junto a Jesús de Nazaret (Lc 23,3543). Los evangelios de Marcos y Mateo los califican de ladrones. Uno de ellos insulta a Jesús y el otro le dirige una súplica. El relato es más cristológico que moral. No pretende decirnos cómo hemos de comportarnos, sino quién es el crucificado al que se dirigen los malhechores. Jesús es el Mesías, pero no al modo como lo imagina el «mal ladrón». Es el Rey de Israel, como reza el letrero puesto sobre su cabeza, pero no como lo imagina el «buen ladrón». La crucifixión de Jesús es la hora de la gran revelación. Para ellos y para nosotros. Jesús es un Mesías que salva, pero no rehúsa entregar su vida. La prueba de su mesianismo no es bajar ostentosamente de la cruz, sino permanecer humildemente en ella. Jesús es el Rey, pero sus ejércitos no luchan para liberarlo. Es Él quien nos libera a todos, seamos o no consciente de ello. Reino y paraíso El diálogo entre el buen ladrón y Jesús resume lo más importante de la fe cristiana: «- Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. - «Hoy estarás conmigo en el paraíso». He ahí dos frases que fundamentan toda nuestra catequesis. ¿ «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». El buen ladrón ora «desde» la fe de Israel. Sabe que Jesús es el Rey de Israel, aunque piensa en un reino futuro. Pero dice más de lo que sabe. Si el creyente ha de acordarse de Dios, la Biblia repite que Dios se acuerda del hombre. El Dios que se acuerda se ha hecho presente en Jesús. ¿ «Hoy estarás conmigo en el paraíso». Jesús le responde «desde» la fe cristiana. Con él ha llegado el reino esperado por su pueblo. Es más, su reino no se limita a Israel, sino que acoge a la humanidad entera. Él es el nuevo Adán que señorea el paraíso siempre soñado y esperado. Con Jesús ha llegado el «hoy» definitivo de los tiempos. - Señor Jesús, te reconocemos como nuestro Rey y Señor. Acoge nuestra oración, perdona nuestras culpas y ayúdanos a entregar la vida como testigos de tu misericordia universal. Amén.