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«Sin León, la historia es otra»

El catedrático de derecho y ex-ministro de Trabajo, Manuel Jiménez de Parga, evalúa «la Transición» como fenómeno, en el ciclo de conferencias del Círculo Empresarial Leonés

León

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Catorce años después de aquello, todavía recuerda que ganó un pleito, defendiendo a Diario de León de un delito de calumnias, que luego se reveló inexistente, y por el que exigían a la cabecera del decano de la prensa provincial una indemnización de 100 millones de pesetas. Pero eso fue en los corrillos de pasillo previos a la conferencia que pronunció en el ciclo de las organizadas por el Círculo Empresarial Leonés sobre la Transición: «Es un concepto con mayúsculas, que ya está en la historia». Pasó por León Manuel Jiménez de Parga (Granada, 1929), aquel ministro de Trabajo con Adolfo Suárez (1977/1978). «Pocos creían que aquello pudiera salir adelante sin un nuevo enfrentamiento civil. Ya dijo en su día Henry Kissinger que España era un país de cafres y el mérito del proceso estuvo en superar un obstáculo que parecía imposible. Los poderes fácticos estaban muy instalados y que se completara el cambio en paz fue un pequeño milagro». De aquellos polvos, a los lodos de ahora, con sordina: «El consenso que se alcanzó en aquella etapa no se puede repetir ahora. El papel de las comunidades autónomas era diferente, no estaban tan arraigadas, aunque es cierto que el papel de las regiones ha sido siempre notable. No se puede hablar de historia sin León, por ejemplo». Entre los temas del día y de casa salió a relucir la reforma de la Constitución: «No hay un clamor popular para hacerlo, y no viene a cuento. Aquí tenemos la costumbre de hacer reformas para todo, a diferencia de Inglaterra, por ejemplo. Siempre recuerdo que la Cámara de los Comunes de Londres, está en unas condiciones lamentables para la práctica de la política, pero los ingleses se niegan a cambiarla, y eso que después de la I Guerra Mundial acabó casi destrozada por los bombardeos. Aquí no, es al revés. Queremos reformarlo todo. '¿Y para qué?' nos preguntamos a veces. 'Para nada, pero hay que hacer reformas' y es un sello de los españoles». «La Constitución no es un dogma de fe» reconoció no obstante. «Pero tampoco se debe modificar el texto porque sí. Lo que hay que hacer es garantizar la igualdad entre todos los ciudadanos españoles, sin hacer diferencias porque vivan aquí o allá. El poder constituyente es de todos los españoles, no es de ninguna autonomía en concreto, y ese debe de ser uno de los grandes principios que se deben conservar». Y punto. No lo dijo él, pero Qué es la democracia (1976) recoge el resto. Y la lectura, es un buen hábito.