Diario de León

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CANTAR A CORO es esforzarse en concordar, resignarse en bien de la armonía a no ser uno la voz cantante, es plegarse a la voz del otro... y de esa concordancia surge una belleza, un abrazo de tonos. No hay comida más excelsa que la que tiene unos cánticos de postre, siempre que no sea berrear ese «a la luz del cigarro» con que acaban todas las bodas mamadas. Comer y cantar. No hay mejor cosa (salvo que una siesta seguida y folgada lo mejore). Café cantado en sobremesa. Saben hacer muy bien esto los tripalaris vascos entre cazuelas masculinas tras zamparse un balde de cocochas, chuletones tres y una palangana de cuajada. Son voces de ochote o de peña entera. Cantar a dúo o, con mayor reto, a cuatro voces es un verdadero premio cuando la basca domina el empaste de voces, las síncopas y silencios. Uno se queda concordado, satisfecho, mira al otro con complidad y risas de celebrar el ajuste técnico, el sitio, el momento, la amistad, las manos del cocinero, el amor de la paisana y lo cojonudas que estaban las cocochas, cuyo ajete sigue repitiendo a la boca entre compases y disparando algún eructo en medio de un agur jaunak, eructo que lejos de considerarse una grosería es tenido como valiosa aportación de una quinta voz profunda y percusiva como la del roncón perpetuo en las gaitas. En la cultura musical leonesa, en tradiciones o celebraciones, no se ven coros, no hay costumbre. Aquí se resuelve el trance pagando a alguien para que cante, ya sea cura en misa solemne o una corneja de orquestina embutida en medias de malla. Algún coro parroquial rompe el desierto, pero suelen ser breves de existencia y escasos o carentes de voces graves porque los paisanos suelen tener oreja de alpargata o demasiada vergüenza para soltar en público unos trinos, así que enmudecen (sin embargo, les das una corneta vistiéndoles de ropón y hay que avisar a los guardias para que se apeen de la murga trompetera). Aquí lo viril es la cencerrada, el vozarrón de zafarrón y un alza el rabo león gritado en grada, por eso se agradece el contracanto, la excepción, ese quinteto de voces clásicas «Lauda», leoneses que acaban de sacar un disco de serenidad y armonía con temas renacentistas y contemporáneos de hondo regusto y mucha paz al escucharlo... Voces concordadas. Aprendan los políticos.

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