Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

La cultura en términos generales

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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FILOSOFAR, ESCRIBIR componer músicas bien acordadas pintar a lo Miguel Ángel, montar teatralerías sin desnudismos florales, danzar y bailar malditos... Intentar hacer todo eso y más en estas nuestras apartadas, olvidadas y escarnecidas provincias de lo que dan en llamar el interior de la comunidad, es sufrir como nadie ha sufrido en el mundo no solo de la creación, sino del trabajo. Las provincias menores, León, Palencia, Burgos, Salamanca, Ávila, Soria, Segovia, y alguna que otra que puede olvidárseme en el zurrón, se rompen el alma por sobresalir un poco, por ganar la superficie oficial y que estos señores de solo y escaño se den al fin cuenta de que también los escondidos pueblos que andan por el mundo solos también son de Dios y de sus santos patronos y tienen derecho a ser cuidados. Pero ¡ay de mí! No al modo como se atiende al poblado nacido y criado en lo que Unamuno llamaría «los entresijos» o la «intrahistoria» de la gran aldea, sino de la manera cierta y constante que corresponde a un trozo de mundo necesario. En estos lugares dejados de la mano del hombre coronado, se elaboran programas culturales imitando a los que sirven para la mayor gloria y provecho de los otros pueblos egregios y bien mirados y dirigidos, y montan museos a cuenta del erario local y establecen certámenes literarios para abrir causas por las cuales pudieran transitar los poetas, escritores, pintores y teatralistas que en el mundo son a pesar de todo. Pero al cabo de cierto tiempo mal medido, las gloriosas iniciativas acaban en meras menciones para inscribirse en los programas de fiestas. Y la cultura en términos generales se convierte en pura memoria, porque rara vez en los organismos oficiales u oficiosos, dotados de miembros titulados como consejeros o concejales o diputados de Cultura, aparece el hombre -o la mujer- lo suficientemente aficionado a cuestiones culturales que acaban en inspiradoras de trivialidades y fuegos artificiales. Alguna vez, en queja lastimera, aparece en algún rincón de la prensa o de la radio la información inevitable de una presentación, de un concurso, de una nominación relevante, pero toda la parafernalia que puede suponer esta proyección colegial en la prensa y en la radio no es sino un modo de cubrir un expediente laboral, que ni quita ni poner rey, ni tampoco ayuda a su señor. Es entonces cuando el desánimo se produce y como un tifón pasa por encima de nuestras cabezas derribando los pocos anuncios que nos servían de justificación. De ahí, mi querido amigo, lo de la entrega de los medios de comunicación a la política o a la exaltación de las famosas desbragadas. Y es que la cultura no es algo que se puede poner en marcha mediante la reunión de dos o tres empresarios duchos en sacar provecho hasta de las piedras. Cultura es, entre otras denominaciones de origen, la manifestación selecta del humanismo y solamente cuando en los organismos responsables se cubran los mecanismos culturales con hombres o mujeres realmente interesados, vocacionados y seducidos por la Cultura, tendrá esta en la formación de los pueblos la debida importancia. Mientras, liberamos nuestra esquizofrenia analfabeta cubriendo el cargo con el último de la fila. ¡Y no lo dejo para mal!

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