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Publicado por
Antonio Núñez
León

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QUITANDO las dos últimas veces que Zapatero ha vuelto a su pueblo, una con el alemán Schröder para tomar unos vinos y otra para hacer el famoso consejo de ministros de «infraestructuras todo a cien», León sólo sale en los telediarios cuando ocurre alguna desgracia: una mina que se hunde, aunque cada vez quedan menos, temperaturas mínimas bajo cero, o demasiado altas como en el «caso Nevenka», ancianas reumáticas y nietas parturientas que quedan aisladas por la nieve, lobos que se tiran a las ovejas, osas sin prole, etcétera. Estos días hemos vuelto a ser famosos por lo de la moción de censura en el Ayuntamiento de la capital, que no es que sea tan emblemático como el de Nueva York, pero, a fin de cuentas, es el del presidente del Gobierno. Transfugas, sobornos, enchufes, contratas millonarias en agua o basura que van y vienen, amenazas de tirar de la manta y demás constituyen el grueso de la palabrería que más se repite ahora, junto con otras más finas: democracia, gobernabilidad, leonesismo, matemáticas de las urnas y otras vaguedades que por ahí fuera quedarían bien, pero aquí, como nos conocemos todos, suenan blasfemas o, como mínimo, indecentes, al menos en boca de según y quién, que son casi todos. Antes de que tanta demagogia nos arrolle o, como dirían nuestros abuelos, nos llegue a los de León la mierda al cuello, escrito sea con el debido respeto a los detritus de la clase política para que no nos empapele el fiscal -con papel higiénico no, el otro- sería bueno volver a los principios. No hay como tener pocas ideas, pero claras. A saber e idea primera, en las últimas elecciones municipales ganó el exalcalde Amilivia con doce concejales frente a los diez del PSOE del actual alcalde Francisco Fernández y cinco de la UPL del señor Rodríguez de Francisco. Hasta aquí lo que votó la gente. Idea segunda, Fernández y De Francisco, que antes no eran amigos ni compatían ideologías ni intereses -y, si no, que canten- se arrejuntaron para echar de la alcadía a Amilivia, que, a mayores de tonto por gastar gomina, era también, de paso, el candidato más votado. Ninguna de las tres cosas tiene remedio. Y, tercera idea, al darle la vuelta a la tortilla de los pactos municipales. que huelen que apestan, dicen ahora que también le hiede el sobaco a De Francisco por «transfuga» de la UPL. Aunque, hombre, haciendo honor a la historia, es como si hubieran tirado a Noé por la borda y dijeran luego que se había transfugado del Arca. Con la que diluvia ahora todos quieren ir a la Fiscalía Anticorrupción por aquello de si a De Francisco le ofrecieron un sueldo de 45 millones de las viejas pesetas hasta la jubilación (brutas) o pidió él mismo 25 millones (netos), a fin de dejar paso libre a otro concejal aún más dúctil y maleable de la UPL y salvar del naufragio los pactos con el PSOE. Da igual una cosa que la otra, porque, a fin de cuentas. está claro que ha habido una operación de compraventa de cargos públicos y no vea usted a cómo se ha puesto el kilo de concejal Puestos a colaborar con la justicia, se nos ocurre también a muchos una cuarta idea, que cedemos gratis al fiscal por si quiere patentarla: si De Francisco se autocotiza más caro que las matildes es que en el parqué municipal se juegan un pastón. ¿Cómo investigarlo? Pues, hombre, basta con ir al registro de la propiedad y comprobar pisos y negocios y al cajero automático del Banco de Bilbao y pedir un extracto, desde que Fulano, Zutano y Mengano entraron en política con una mano delante y la otra detrás hasta cuadrar las cuentas con la properidad de que disfrutan ahora, si bien será difícil cuadrar los últimos ceros. Si se hubieran forrado cobrando a comisión por obras hechas en favor del pueblo, la cosa podría pasar, pero incluso esto esto es dudoso, visto que sólo prosperan los mismos. La última es que el equipo saliente se dispone a «consolidar», o sea a hacer fijos por el morro, un total de 68 puestos o empleos «de confianza», incluído un hermano del portavoz popular, señor Saurina, que, una de dos, o se ha transfugado también al PSOE, o lo han barajado entre los otros para taparle la boca. Luego dirán que éste es un país de vagos, pero hay que ver a lo que recurre la gente con tal de que le dejen trabajar. Así que no estaría de más que el señor fiscal, a mayores de los concejales, investigara también a las cuñadas: seguro que están en el listín interior de teléfonos del Ayuntamiento por orden alfabético o por capas arqueológicas, según el alcalde de cada época. Le digo a usted, señor guardia, que, aunque estemos en invierno, hace una calor que atufa, por lo menos en el Ayuntamiento. Y, ya puestos en San Martín, convendría aplicarse a la matanza del cerdo. Y sulfatar la pocilga.