Diario de León

CORNADA DE LOBO

Sostiene Pereira

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ACOSTADOS en la misma balsa de piedra, espalda contra espalda, ¿qué fatiga conyugal, qué historia de otros nos echó a esta postura? Ahormados por la misma cultura romana, árabe y cristiana, ¿quién nos desprendió de la mirada al hermano peninsular?... Ay, Portugal, ¿por qué te quiero tanto?... Son las doce del mediodía, una hora menos en tierras lusitanas. Tenemos relojes distintos y el sol de Vigo no da las mismas campanadas que en Lisboa cuando resulta que a las dos ciudades las lame idéntico meridiano. En León, Antonio Pereira y Miguel Alejo son nombrados a esa hora gentes de honor de la asociación de amigos de Portugal y España. En ese instante allí había un sólo reloj, una hora común. Y una misma pregunta que se hacen los pueblos: ¿Por qué estamos tan lejos si tenemos nuestra piel cosida al otro?... Somos herederos de una historia que escribieron otros. Las gentes llanas, como las golondrinas y los ganados que trashuman, no reconocen fronteras, no consiguen verlas dibujadas sobre la tierra, no existen. Las fronteras las ponen gentes de corona y espada. Después, el pueblo se las salta para seguir viviendo, casándose, mercando, contrabandeando, yendo a ferias con el jato, a romerías con cirio de dos libras o a ver a los parientes que trenzan los dos lados de la maldita raya, «esa maldita pared que separa tu vida y mi vida» como cantaba Bambino en rumba aflamencada, ese cantar tan andaluz que hace bailar juntos en su tragedia al amor y a la muerte. Cuando el portugués canta hace lo mismo y le sale un fado, melancolía trágica del fatum, del destino, el fado. Suenan guitarras por Córdoba y laúdes por Oporto, qué lástima, qué gran rondalla perdida. ¿Dónde están los puentes y los vientos que casen las canciones con las que late el pueblo? Al comentarle el otro día que se ve más Europa en Portugal que en estas mesetas nuestras, más civilidad continental en su conducta social que en estos berenjenales carpetovetónicos, sostiene Pereira que así es; y que Portugal tiene otro perfume. Lo dice porque la patria de Pereira es la bondad y la talla humana de la inteligencia y del ingenio; y esto proporciona el fino olfato para descubrir al hermano y brindarle abrazo. Sostiene Pereira que el desconocimiento mutuo es un delito. Y una pobreza sin razones.

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