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NO me acostumbro a verla con esos pelos de ahora y me la topo cada día cuatro veces... u más. Es redondona y, como buena paisana, tiene corrales detrás. Abre ojos de buey sobre las puertas de abajo y alza siempre los párpados en los ventanales de arriba. La estucaron con maquillaje púrpura oscuro hace unos años y, con el tiempo, casi me llegó a parecer guapa. Algo me costó, porque a mí esas redondeces me gustaban entonces con otros adornos más andalusís, arabescos morabitos y sombras cordobesas, así que esta me parecía algo pobre de alardes y bastante escasa de platerías arquitectónicas en sus curvas. Pero la rutina y el roce obran sus efectos y, ya ves, acabó pareciéndome guapa siendo adusta y sobria, que no es tal. Con el tiempo me di cuenta. Ella tenía entonces mucho gesto, quizá clasicote, pero gesto propio... y porte, cierta galanura. Uno podía presentarla a los de afuera sin avergonzarse mayormente aunque la vieran dueña de la calle. Pero hace tres años la pusieron un sombrerote casquetón que la ha convertido irreversiblemente en paisanona de pena oronda, gran volumen, zoquetona y más pinturera que una bombonera de cristal con la etiqueta del precio pegada a la frente y dos pegatinas pendientes de las orejas. Qué pintas. Por eso no me acostumbro a verla de esta traza y prefiero recordarla como la conocí hace tiempo, galanona ella y sobrada de miradas que le daban la vuelta entera. Tenía entonces su tendido al sol y su cobijo de sombra, que a veces era relente de abeseo. Para ser esto una tierra de dos corridas al año, esa plaza de toros hecha con ladrillo de postguerra se concibió como alarde y desproporción en la década del hambre, piojero paisaje social de miseria necesitado de algún faraonismo constructor que elevara la moral tumbada. Ya tenemos el circo, dijo un ferroviario de La Vega; ahora sólo falta que también nos den pan. Y fue de centeno... A esa plaza la cegaron con casquetón desmedido y hoy parece central nuclear, observatorio para ver la astronómica pasta que engulló. La llamaron León Arena (¿y cuándo la cal?) convirtiéndola en valla publicitaria con obscenos cartelones que enguarran su fachada, cosa que consienten; alguien saca astilla. ¿Y qué esperar, si las taurinas gradas interiores las pusieron de azul braguita?...