Diario de León

Se prohíben los ejercicios navales y la utilización de sonares de cualquier frecuencia

Una moratoria permitirá aumentar la protección de los cetáceos en Canarias

El archipiélago canario es la zona del planeta más afectada por las maniobras militares

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José Fernández - león
León

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La estratégica situación de Canarias convierte a estas islas en el área del Atlántico donde mayor cantidad de maniobras navales se realizan, especialmente en su vertiente este, es decir, entre Fuerteventura y Marruecos. Una actividad que está relacionada con la muerte de cerca de un centenar de cetáceos en las dos últimas décadas, la más alta del planeta tanto por el número como por la cantidad de especies afectadas al tratarse de un lugar muy utilizado por los zifios o ballenas de hocico (especie de unos 5 metros y 1,5 toneladas de peso), que buscan allí el alimento. Con el fin de paliar este gravísimo problema ambiental, y hasta que se aclaren los impactos que los sonares provocan sobre la fauna marina, el Gobierno español ha aprobado una moratoria por la que se prohíbe la realización de este tipo de ejercicios en la zona oriental del archipiélago, así como la utilización de sonares de cualquier frecuencia a menos de cincuenta millas de las aguas territoriales españolas. No obstante, estas medidas restrictivas serán compatibles con la defensa nacional y con la posible detección de navíos que puedan ser «no aliados». Según se afirma en un informe elaborado por la organización ecologista Oceana, el sistema conocido por las siglas LFAS (Low Frequency Active Sonar), es decir, «sónar activo de baja frecuencia» es el causante de los varamientos que sufren los cetáceos. Está basado en la utilización de ondas de sonido de alta intensidad (más de 200 decibelios) y baja frecuencia (entre 450 y 700 hercios) que pueden viajar bajo el agua y detectar objetivos a cientos de kilómetros. Contaminación acústica La contaminación acústica de este tipo de sonares, que puede provocar efectos sobre los cetáceos y otras muchas especies hasta a 100 kilómetros de distancia, incide negativamente sobre sus mecanismos de comunicación, acústica y sensitiva, así como disfunciones en los hábitos alimenticios y reproductores. Según el estudio de Oceana, la resonancia del LFAS causa la vibración de todas las cavidades del cuerpo, la tráquea, las mandíbulas, los senos craneales y los órganos internos, con mayores repercusiones sobre aquellos que contienen aire. Por otra parte, una investigación realizada en EEUU recoge que también puede alterar las rutas migratorias, evitar las habituales zonas de alimentación y reproducción y daños psicológicos, estrés y desequilibrios endocrinos, haciéndoles más vulnerables a patologías como el ataque de virus, bacterias o parásitos. Estos mamíferos pueden permanecer hasta hora y media sumergidos a grandes profundidades y acumulan nitrógeno en sus tejidos (como los submarinistas), por lo que deben ascender lentamente para facilitar el proceso de descompresión. Por eso, los científicos tratan de confirmar si el sonar actúa directamente sobre los tejidos provocando un trauma acústico y disparando los sistemas de formación de burbujas. Porque, tras analizar los últimos ejemplares varados en Fuerteventura, se ha comprobado que en sus conductos sanguíneos había burbujas de nitrógeno, provocadas por una súbita descompresión seguida de una embolia y hemorragias en órganos vitales.

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