CRÉMER CONTRA CRÉMER
La cultura, en términos generales
FILOSOFAR, ESCRIBIR, COMPONER MÚSICAS bien acordadas, pintar a lo Miguel Angel, montar teatralerías sin desnudismos florales, danzar y bailar malditos... Intentar hacer todo eso y más en estas nuestras apartadas, olvidadas y encarnecidas provincias de lo que dan en llamar el interior de la comunidad, es sufrir como nadie ha sufrido en el mundo no solo de la creación, sino del trabajo. Las provincias menores, León, Zamora, Palencia, Burgos, Salamanca, Ávila, Soria, Segovia y alguna otra que puede olvidárseme en el zurrón, se rompen el alma por sobresalir un poco, por ganar la superficie oficial y que estos señores de solo y escaño se den al fin cuenta de que también los escondidos pueblos que andan por el mundo solos también son de Dios y de sus santos patronos y tienen derecho a ser ciudadanos. Pero ¡ay de mi! No al modo como se atiende al poblado nacido y crimen en lo que Unamuno llamaría»los entresijos» o la «intrahistoria» de la gran aldea, sino de la manera cierta y constante que corresponde a un trozo del mundo necesario. En estos lugares dejados de la mano del hombre coronado, se elaboran programas culturales imitando a los que sirven para la mayor gloria y provecho de los otros pueblos egregios y bien mirados y dirigidos, y montan museos a cuenta del erario local y establecen certámenes literarios para abrir causas por los cuales pudieran transitar los poetas, escritores, pintores y teatralitas que en el mundo son a pesar de todo. Pero al cabo de cierto tiempo mal medido, las gloriosas iniciativas acaban en meras menciones para inscribirse en los programas de fiestas. Y la cultura en términos generales se convierte en pura memoria, porque rara vez en los organismos oficiales u oficiosos, dotados de miembros titulados como consejeros o concejales o diputados de Cultura, aparece el hombre - o la mujer - lo suficientemente aficionado a cuestiones culturales que acaban en inspiradoras de trivialidades y fuegos artificiales. Alguna vez, en queja lastímera, aparece en algún rincón de la prensa o de la radio la información inevitable de una presentación, de un concurso, de una nominación relevante, pero toda la parafernalia que puede suponer esta proyección colegial en la prensa y en la radio no es sino un modo de cubrir un expediente laboral, que ni quita ni pone rey, ni tampoco ayuda a su señor. Es entonces cuando el desánimo se produce y como un tifón pasa por encima de nuestras cabezas derribando los pocos anuncios que nos servían de justificación. De ahí, mi querido amigo, lo de la entrega de los medios a la política o la exaltación de las famosas desbragadas. Y es que la cultura no es algo que se pueda poner en marcha mediante la reunión de dos o tres empresarios duchos en sacar provecho hasta de las piedras. Cultura es, entre otras denominaciones de origen, la manifestación selecta del humanismo y solamente cuando los Organismos responsables se cubran los mecanismos culturales con hombres o mujeres realmente integrados, vocacionados y seducidos por la Cultura, tendrá esta en la formación de los pueblos la debida importancia. Mientras, liberemos nuestra esquizofrenia analfabeta cubriendo el cargo con el último de la fila. ¡Y no lo digo para mal!