Neumonías, tumores, tétanos y problemas reproductivos y de crecimiento, las más frecuentes
La contaminación está aumentando las enfermedades de los osos polares
Su sistema inmunológico es incapaz de combatir los productos tóxicos que ingieren
El oso polar, llamado también oso blanco, es el carnívoro terrestre más grande del planeta cuyo principal hábitat natural es el hielo ártico, las bahías canadienses de Hudson y James y la costa este de Groenlandia. Se trata de una especie amenazada según la Unión Mundial de la Naturaleza, cuya población lleva décadas en declive calculándose que queden actualmente unos 20.000 ejemplares. La persecución por parte del hombre y la escasez de presas (focas, peces) que les sirven de alimento son las amenazas más conocidas. A ellas hay que añadir, según se recoge en las conclusiones de un estudio hecho público por la organización ecologista WWF, que las sustancias contaminantes que ingieren a través del alimento están afectando a sus sistemas inmunológico y endocrino. A pesar de estar prohibidos por la UE desde 1996, los productos químicos utilizados en la elaboración de pesticidas tardan muchos años en desintegrarse, y como esta especie se encuentra en la cúspide de la cadena alimentaria, cada vez son mayores las concentraciones que almacena su organismo. Como nunca han desarrollado mecanismos de defensa las consecuencias empiezan a ser preocupantes porque se está detectando un aumento de enfermedades como neumonía, tumores o infecciones por tétanos y herpes, además de dificultades para mantener su temperatura corporal y regular el metabolismo, disfunciones en la reproducción y retrasos en el crecimiento. Cambio climático Otro de los peligros que amenaza el futuro de los osos polares es el calentamiento del planeta que está provocando que el hielo ártico se derrita cada vez más rápido en primavera obligándoles a buscar tierra firme sin haber tenido tiempo para hacer acopio de reservas de grasa de cara a la temporada sin hielo. De esta forma, al finalizar el verano es más que evidente su delgadez, lo que puede afectar a su capacidad reproductora y, en el caso de las hembras, a la posibilidad de alimentar a sus cachorros, con el consiguiente incremento de la tasa de mortalidad. La presencia de hielo es muy importante para el desarrollo de esta especie porque le sirve como plataforma para cazar. Según los científicos, por cada semana que se adelanta del deshielo los osos regresan a tierra firme con unos 10 kilogramos de peso menos de lo normal. Si se hacen ciertas las previsiones del IPCC, dentro de 50 años la temporada sin hielo pasará de los 60 días actuales a 150, por lo que tendrán menos días para alimentarse y sus reservas deberán durar casi el triple. Además, las precipitaciones que se producen durante los últimos días del invierno pueden llegar a destruir los refugios en los que las hembras se cobijan con sus crías, aumentando el número de bajas al quedar expuestas al ataque de los depredadores.