Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

De repente, hasta la última palabra

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VICTORIANO CRÉMER
León

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APENAS UNA VEINTENA DE POEMAS de vuelo recortado componen este libro que llega al alma. Tanto por lo que el poeta descubre -la poesía es sobre todo un ejercicio de descubrimiento- por lo que oculta cuidadosamente a la mirada impura del infiel. Y como me sorprende el título o señal con la que el libro se dispone a cubrir sus naturales etapas, me impongo la tarea de descubrir a mi vez el significado, tanto de la señal o indicio lírico que se dispone a transmitir como por esa misteriosa luz «que dispersa los clavos». El poeta insiste en escarbar en su memoria, en su silencio, en sus profundas resonancias y acude rápidamente a inscribir sus impresiones en la agenda lírica de una sangre en casa del Atreo. Debe entenderse entonces que por Nepente se entiende aquella bebida que los dioses usaban para curar las heridas o dolores y que además o sobre todo producía el agua pura del olvido, como las aguas del Leteo, añade. No cabe mayor ambición para un libro breve pero intenso de poemas de nuestra hora, quiero decir de la poesía aparentemente hermética pero que responde tanto a nuevo leguaje como a una distinta forma de contemplar los mundos interiores, que son en resumidas cuentas lo que de verdad inciden en la conciencia del hombre que ha de ser fundamentalmente al poeta. Porque, sin hombredad no hay pálpito poético, reduciendo su formulación a una exposición de buen oficio. El poeta de este libro que tan abruptamente viene a imponer su ley en esta serenidad mía alcanzada al cabo del tiempo y de las muchas memorias consumidas al fuego, lejos de prescindir de los pulsos líricos que la sangre le comunica, les domina y les transmuta hasta hacer de ellos la clave de su poética: «Tendré le rostro que tenga /cuando descanse sentado, en el rellano, /y no pueda fingir que está dormido», alerta el poeta para concluir en el descubrimiento de la palabra: «Temblor y sueño de la luz/ hasta última palabra». Se trata de un hermoso libro, de una poética de la cual se deducirá, así que consiga dominar la seducción de las formas mudas, esa poesía que se demanda y en la cual se diga, con el lenguaje que la hora impone, aquello que de verdad y de corazón quiere el poeta decir. No es este el libro definitivo al cual persigue el poeta con fatiga del alma viva, pero es un buen libro que sin duda alguna puede servir para establecer los datos ciertos de una etapa lírica española de muy singulares rasgos y sensaciones. Y ya es significativo que en este nuestro mundo tan azorado, tan conlvuso y atronador se estén insinuando los poetas que habrán de constituir el capítulo de la mejor poesía española de su tiempo. Surgen libros de poesía cuando «los recuerdos navegan en los barriles de azogue» y esto sí que es buena señal. Tal vez me faltase por anotar en estas notas fugaces que el autor de este libro que reputo como muy importante para la composición de la mejor poesía española de hoy, que el autor se llama Víctor Cremer y que acaso pudiera este dato preciso enmudecer el tono elogioso de este comentario, pero a fuer de sincero digo que este libro, pese a su brevedad, es un gran libro. O si prefiere, un libro digno de ser leído.

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