Una lección con tres turrones
La Asociación de Madres y Padres del colegio público Antonio González de Lama de León organiza un taller para hacer artesanalmente en casa el dulce más típico de las Navidades
Almendras, miel, huevos, azúcar, fruta escarchada y muchas ganas de amasar hacen buenos turrones. Si a estos ingredientes se añaden el buen humor y la camaradería una tarde de otoño metido en invierno se convierte en un dulce exquisito. Una veintena de madres -y algún padre- del colegio público González de Lama de León dan fe de la veracidad de esta receta después de la experiencia que protagonizaron el martes en el comedor del colegio. En menos de dos horas prepararon sus turrones de yema, fruta y blando bajo la supervisión de Pilar y Alberto, que lo hacen en sus casas cada Navidad desde hace cinco años. Casi sin proponérselo recuperaron la elaboración artesanal del dulce más consumido durante las Navidades y supieron que hasta no hace tanto la gente lo hacía en pueblos de la provincia, como en Santa Colomba de la Vega. El taller de turrón se planteó en la asociación de Madres y Padres del colegio González de Lama con la idea de «pasar un rato agradable dando importancia a lo que es hacer algo artesanalmente», explica Alberto Santamarta. La directora del centro, Charo Quintanilla, no sólo facilitó las cosas para que la experiencia se hiciera en el comedor escolar, sino que enseguida vio su utilidad didáctica para que los niños y niñas de menor edad elaboren y degusten en el centro sus propios turrones. De esta forma pasan un rato divertido amasando con sus propias manos y, lo que no es menos importante, «aprenden que no todas las cosas que se comen vienen de los hipermercados». Hacer turrón da que hablar y entre otras cosas, en el taller se comentó el origen árabe de este producto tan popular en España. «Somos un centro donde la población inmigrante es muy relevante y está bien que los niños sepan que un dulce como éste, tan nuestro, proviene de países que nos parecen extraños», precisan. El dulce, si cabe, sirve hasta para dar clase de historia por aquello de que los árabes permanecieron en España durante la friolera de ocho siglos. El taller se ha anticipado a las vísperas navideñas porque además de un buen amasado requiere reposo. Al dulce no se le puede hincar el diente hasta pasados diez o quince días desde su elaboración, bien reposado en lugar fresco y seco. Quienes se decidan a hacerlo en casa -sin horno ni cocina- tendrán que armarse de paciencia para mirar a la bandeja sin catarla durante unos cuantos días. Un auténtico ejercicio de templanza en los frenéticos días de consumismo en que han derivado las Navidades en el siglo XXI. El único riesgo es tener que soportar la cantinela queremos turrón, turrón, turrón...