Engaño masivo
EL ESTREPITOSO fracaso de Eduardo Zaplana es algo que en el Partido Popular no habían previsto, a juzgar por la actitud contrita, entristecida y derrotada de sus acompañantes este lunes en la comparecencia del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en la comisión que inestiga los acontecimientos en torno al 11-M. Casi daba pena ver al portavoz popular naufragar una y otra vez en sus intentos de pillar al líder socialista en algún renuncio, en alguna contradicción relevante o en alguna mentira. Yo no sé qué necesidad tenía el Partido Popular de sufrir este terrorífico revolcón a manos de una persona que ni siquiera se empleó a fondo y que en ningún momento se salió de su proverbial serenidad y de su talante tranquilo y hasta respetuoso en las formas e incluso en los contenidos. El presidente utilizó pocos adjetivos y emitió pocas opiniones. Sólo la contundencia y la fuerza demoledora de los hechos causaron el estropicio en la estrategia, la argumentación y los intentos del portavoz del PP, vanamente dirigidos a cambiar la historia que todos conocemos. Este lunes se les ha venido definitivamente abajo todo su tinglado de invenciones. Rodríguez Zapatero demostró de manera estremecedora que el Gobierno de José María Aznar en aquellos tres días de marzo practicó el engaño masivo -así lo llamó- al dirigirse a la opinión pública, a los partidos y a las instituciones internacionales. De la Comisión parlamentaria del 11-M salen este lunes las verdades que ya conocíamos, pero lo hace de una manera solemne, documentada y precisa: El Gobierno del Partido Popular mintió compulsivamente esos días, después de haber cometido fallos graves de imprevisión en los años anteriores, sobre todo tras saber que el riesgo del terrorismo islamista era cierto y próximo. Su intervención en la guerra de Irak agravó el riesgo ya preexistente. El Partido Socialista no organizó, ni mucho menos, las concentraciones populares de la noche del día 13, que se produjeron por la gran indignación de la gente contra el Gobierno. El Partido Popular perdió las elecciones por sus mentiras, sí, pero también por sus grandes dislates entre la primavera del 2002 y la del 2004. Y mientras que no entiendan y asuman todo eso, mal, muy mal les va a ir.