Levantado sobre el valle del Tarn, en el lado sur del Macizo Central francés, es el puente más alto del mundo y el más largo de Europa.
Lo mejor es que acabará con la pesadilla de los turistas que cada verano se dirigen a las playas mediterráneas o entran por Cataluña a la Península Ibérica.
Lo peor: contará con el peaje más caro de todas las autopistas francesas.
La torre Eiffel se queda 19 metros corta ante las agujas que rematan cada uno de los 7 pilares colosales que sostienen la estructura, a 343 metros del suelo.
Los coches circularán a 270 metros del punto más bajo del valle.
Los cuatro carriles descansan sobre una plataforma de 36.000 toneladas de acero de más de cuatro metros de espesor que en la jornada de inauguración pisó Chirac para descubrir una placa.
Es un tramo de autopista por encima de las nubes que sigue la filosofía de su creador: fusionar la obra del hombre con la naturaleza.