CORNADA DE LOBO
Un dilema
NAUFRAGO en terrible dilema. Si se llega a resolver de la forma que temo, mi vida daría un giro radical. No es que me desagrade la idea, pero uno ya no tiene el coño pa ruidos, o sea, la coña. Resulta que he vuelto a cometer la imprudencia de colar dibujos míos entre las galeradas de un libro recién editado que lleva mi firma. Son dibujillos a lapicero de rincones singulares de la ciudad vieja (eso de casco viejo suena a botella de contenedor o a rocín anciano y es invento de arquitectos cultos, como lo del alfoz urbanístico, que suena guapo y moro, pues árabe es la voz, alfoz). Los dibujos tienen su apariencia, pero no mucho mérito, son elementales. La verdadera gracia se la dan los edificios, plazas o patios que posaron de modelo. Y no más. Los metí en el libro porque son esos «santos» que de niños buscábamos en los librotes que nos endosaban. Si no tenían «santos» se hacían inaguantables. Esos apuntes buscan también aliviar la fatiga de la letra. Entre los que han ojeado ese libro se han producido reacciones de parabién y halago porque nadie, si lo fuera, te diría a la cara que es filfa encuadernada (decía la jefa de cultura del New York Times tras gobernar durante cuarenta años los sanedrines norteamericanos de la literatura y de conocer de muy cerca a cientos de literatos que todo el que escribe persigue fundamentalmente tres cosas: primera, el halago; segunda, el halago; y tercera; el halago). Pero ha habido dos reacciones cercanas y sentidas que me han colocado en el dilema que te dije; las dos, amigas; una de un escritor de cuasioficio y otra de un pintor-diseñador. El que escribe me saludó con urgencias y albricias en un salto de mata, cruzando la calle, y me dijo «cojonudos, tío, esos dibujos tuyos son la leche, no sabía que dibujabas, tío, tendrías que dedicarte a eso, eres genial, tío, ya te llamo, nos vemos, tío». Del texto, que es de lo que respondo y me gusta, no dijo nada. Y en cuanto al pintor, se excedió en elogios que soltó en carrete, qué ameno tu estilo, qué sentidas escenas, qué gracia tienes, esta es tu literatura, has de hacer más libros de estos; y eludió cualquier referencia a a las ilustraciones. A lo mejor tendría que dedicarme al dibujo y al lienzo. Lo que pasa es que después tendría que pedir trabajo o hueco en el Musac; y voy de culo. Allí la teta está repleta.