El atasco

NO DIGO yo que los miles de españoles atrapados en las carreteras del norte se hayan ciscado en el ciudadanismo de José Luis Rodríguez Zapatero, pero es precisamente en estos trances contantes y sonantes donde puede verificarse la distancia real entre gobernantes y gobernados. En la cabeza de quienes padecen estas situaciones aparece entonces la insoportable levedad del debate político que ocupa los telediarios y entretiene a los partidos. Sin embargo, de carencias, fallos, descoordinación o desidia en el funcionamiento de los servicios públicos, apenas una descripción televisada de los síntomas y un minuto escaso para el debate sobre las causas y el tratamiento de la enfermedad. Y así iremos tirando hasta la próxima vez que una simple nevada, lo normal en estas fechas, nos recuerde que realmente aún estamos muy lejos de los llamados países de nuestro entorno a la hora de gestionar con cierta eficacia los efectos devastadores de la meteorología en el tráfico por carretera. Es un hecho que miles de automovilistas quedaron atrapados en las carreteras nevadas de algunas provincias del norte. Burgos, León y Palencia fueron las más afectadas. También es hecho cierto que una ola de frío polar anunciada con varios días de antelación por el Instituto Nacional de Meteorología desbordó los efectivos materiales y humanos de nuestros sistemas de protección civil. No tanto porque no existan sino porque la imprevisión o la ineficacia impidieron finalmente su disponibilidad. Las máquinas quitanieves, por ejemplo, sobraban donde eran innecesarias y faltaban donde estaba concentrado el problema. Otro hecho verificado es que el Gobierno tuvo que recurrir a una división acorazada del Ejército para auxiliar a las personas atrapadas. Por cierto, la famosa acorazada Brunete, de la que no habíamos vuelto a oir hablar desde su desdichado protagonismo del 23 de febrero de 1981. Toda una metáfora. Muchos ciudadanos pueden haber percibido que los efectos de una nevada ocasional pueden compararse a los de un intento de golpe de Estado. Al menos en la mente, poco organizada, es evidente, de quienes resulten ser los responsables últimos de gestionar el gran atasco del domingo pasado.