El amor congela las ideas

Texto Nadie ha escrito sobre la nieve como Antonio Gamoneda. El invierno de León arrancó sus mejores versos, como aquel «Libro del frío», con poemas como: «Vio los presagios en la mañana azul: los gavilanes hendían el invierno y los arroyos eran lentos entre las flores de la nieve. Venían cuerpos femeninos y él advertía su fertilidad. Luego llegaron manos invisibles. Con exacta dulzura, asió la mano de su madre...». Para algunos, también es tiempo de melancolía y de cuentos al calor de la lumbre. Sin embargo, la nieve evidencia las carencias de una provincia a cuyos responsables políticos se les congelan las ideas cuando se les exige que dejen de medrar por unos días y cumplan con el cometido para el que fueron -teóricamente- elegidos. Acusan de imprevisión a los automovilistas, a los peatones y al mismo cielo. La culpa nunca es suya. Hacen una llamada a la meditación. Se ve que a ellos les sobra tiempo para reflexiones. No les acucia tener que llegar a su puesto de trabajo, acudir al médico o al hospital a ver a un pariente enfermo, a la tienda, para dar de comer a la familia... En fin, ellos siempre tendrán quien les saque del atolladero...