CRÉMER CONTRA CRÉMER
León es un barullo
LO DE LEÓN, como lo del 11-M, nos tiene a todos en el aire, por el aire. Ni siquiera los bien enterados, los eruditos, los responsables con sueldo aciertan a explicarnos cuáles pueden ser los motivos para que León, la capital del Viejo Reino y los poblados de su influencia, anden, andemos, como putas por rastrojo, que dicen los que saben que se anda muy mal. Y ya no sirve el coplerío tradicional que servía para explicarnos los motivos por los cuales los mecanismos sociales, políticos y no digamos culturales andan tan a la deriva que tenemos el temor de perder sus señales definitivamente. Antes, para explicar la climatología, nos bastaba con echar mano del folklore leonés para encontrar la justa razón de nuestras quejas: Por ejemplo, repetíamos aquello que se le atribuye al doctor Rosales, y que dice: El clima de León sólo es apto para bueyes y para algún que otro canónigo. Y bastaba. Como resultaba más que suficiente para explicar nuestra apatía, nuestra automarginación, recordar aquel dístico se supone que de algún que otro genio de la corte, que decía: «León, León, Ciudad añeja/ ¿Por qué te vistes ¡ay! con piel de oveja?. Eran aquellos tiempos de gentes ingeniosas, moridas de amor por su tierra, como proclamaba la pícara mansillesa, Justina, y bastaba para explicarlo todo, para conocerlo todo, para encontrar la razón y aún la justificación de todas nuestras penas y desventuras. Pero es que ahora, en plena democracia, con ayuntamientos compuestos por los sabios del pueblo, suceden cosas casos de los cuales no nos enteramos si la televisión no les acoge, ni se mueve un papel municipal que sirva para el conocimiento correcto de lo que de verdad ocurre en el Municipio, tanto el que se acoge en la casa de la moneda en Ordoño, como aquellos otros establecidos se suponen que legalmente en Garrafe de Torío, en Laguna de Negrillos, en Villaquilambre o en decenos de municipios dependientes de la Excelentísima Diputación de Llorent y Rubinat, y el personal no se entera. Se producen cambios a base de juegos malabares y relevos de escándalo y a nadie parece importarle. Y en Garrafe, o en Villaquilambre o en Laguna de Negrillos, se presentan mociones de censura que es como se llama a la manipulación de conciencias, de intereses o de influencias. Y el electorado, o sea el pueblo, ni se mueve ni se conmueve, llegando a la conclusión de esta forma de gobernar es la que corresponda a una democracia «otra». En los pueblos, en los organismos provinciales y locales se producen fenómenos extrañísimos y combinaciones repugnantes y nadie se siente referido considerando que cómo el fenómeno no le afecta directamente, puede permitirse el lujo analfabeto de no querer saber nada de nada. Y sin embargo, se mueve, que diría Galileo y en el Ayuntamiento de León se han producido eventos de mucha fantasmagoría y se uncían para fechas perfectamente subrayadas en el calendario político de los grupos de mayor presión, que producirán cambios. Demasiados cambios para seguir lo mismo. Y en los pueblos, en los pacíficos pueblos que siempre vivieron en paz a la sombra de tutelar del cacique, se declaran la guerra o la moción de censura, no para enderezar entuertos, como le supondría al caballero de la triste figura, sino para ocupar el sillón de nuestras ambiciones. Lo que diría en sus tiempos Romanones: ¡Joder, qué tropa!