Indonesia no es Irak
ESTÁ CLARO que Indonesia ni ninguno de los países afectados por la catástrofe del maremoto asiático es Irak. Por eso el carácter de ayuda humanitaria de las tropas enviadas por el Gobierno de España no admite discusión. Cuando se invocó esa condición para los soldados remitidos a Irak, supuestamente iban a reconstruir un país arrasado por las bombas y destruido por la más formidable tecnología de combate del ejército más poderoso de todos los tiempos. El carácter humanitario quedaba descalificado por el hecho de que España había tomado parte en la decisión de destrucción que luego se pretendía paliar. La decisión del Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero no sólo es esencomiable desde el punto de vista de la solidaridad internacional sino que tiene claves y consecuencias políticas. La primera, es que España no se desentiende de los graves problemas internacionales, por muy distantes que puedan parecer, y la forma de involucrarse es con el envío de fuerzas de nuestro ejército y con material para paliar eficazmente los daños de una de las mayores catástrofes que se recuerdan. La segunda consideración es que esta iniciativa tiene un marcado contenido de apoyo a la política internacional formulada por el presidente del Gobierno de España ante la Asamblea General de Naciones Unidas de conseguir una alianza de civilizaciones, que se empieza a aplicar en grandes zonas que profesan mayoritariamente la religión islámica, en un momento en que gestos de esta naturaleza pueden ser sumamente significativos. La última consideración política de esta iniciativa es que también se sitúa en la línea de forzar la constitución de una fuerza de intervención rápida europea para todo tipo de conflictos que ocurran en el mundo, incluidas las situaciones de emergencia y crisis convocada por las fuerzas de la naturaleza. En la medida que Europa consiga capacidad de reacción en las crisis, su influencia internacional irá en aumento en unos trances de ampliación en los que cada uno de los países que conforman la Unión y esta en su conjunto necesitan signos y claves de reafirmación en la voluntad de que la realidad europea se vaya transformando en una verdadera capacidad de influencia internacional.