Diario de León

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ACABADA la mierda de tirarse a la cara, la política nacional se sube a los desvanes como quien se sube al guindo y convierte los trastos viejos en munición para atizar al enemigo. Más madera. En el desván hay legajos, papelote, trozos de retablo, muebles cojos del diecisiete, joyas trancadas, retratos desaparecidos, expolios del tiempo... sobra con qué, tíraselo a los morros, que hable la historia mal enterrada, que resuciten Fernán González, el listo, y Ramiro III el Tonto. Los toreros de la cultura del pepé se reunieron en Salamanca; lidia de altura en campo charro; magna corrida en tierras del Viti, el Capea y el Robles. A cortarle las orejas a Zapatero. A eso fueron movidos; y llamados. Asuntos de patrimonio sirvieron de pólvora a juntar y a repartir. Un «ya está bien» fue la consigna previa y el comunicado final. No nos toquen los patrimonios, cojones, dale leña, saca el santo de palo, más madera. Mala señal. La política, huérfana de ideologías y de sueños, se está arrimando con sospechoso vicio al terruño patrimonial, al cantón, al nacionalismo paleto y a la herencia de la abuela. Se sacan trapos de rango y de polilla. Se buscan desesperadamente señas de identidad y un pergamino que lo confirme, un escudo en piedra, el polvo de un santo. Después se inventa una defensa empecinada y el público lo aplaude mucho. La política se empeña ahora en catalogar desvanes y averiguar qué falta, qué se llevaron (aunque aquí lo malvendieran) y quién dijo santarita-rita-rita. Se busca un agravio para defenderse de otro. Devuélveme el rosario de mi madre... y quédate con todo lo demás. A la reunión de los espadas populares replicaron los banderilleros del pesoe exhibiendo el expolio del archivo de León y el silencio del robo y de los corderos. Y tú, más. Gran inteligencia. Patrimonio es el monio del padre, la herencia. Los papeles de Salamanca tienen padre. Y está vivo. ¿Por qué le dicen patrimonio nuestro, propiedad territorial? Si el legajo vuela bajo, hace un frío del carajo. A estos políticos se les está congelando el cerebro. Ay, madre...

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