Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Salvemos el Monte San Isidro

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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YO NO SÉ TODAVÍA si aquel grito de guerra mediante el cual intentábamos concienciar a los leoneses para que salvaran la Catedral, que a lo que se temía padecía graves males. Yo no sé, digo, si aquella llamada tuvo el éxito que se pretendía o todo se quedó, como suele suceder, en León, en agua de lluvia, en discursillos para engañar a la gitanería evangélica. El caso fue que la Catedral se salvó. O al menos eso proclaman sus campeones eclesiásticos y seglares. Con la atrocidad que algunas de nuestras autoridades más conspicuas pretenden llevar a cabo con ese trozo entrañable e imprescindible de León (el Monte San Isidro), estamos a punto de ser testigos mudos, ya digo, de una de las más miserables operaciones que se han hecho con el patrimonio de León, desde los reyes godos. Sencillamente o si se quiere trágicamente los unos y los otros, aunque más los otros que los unos, se han confabulado para especular con los bellísimos territorios del Monte convirtiendo el Plan General de Urbanismo 2004 en una combinación de caminos y viviendas para ganancia de especuladores y con la tolerancia y aun el voto de aquellos partidos que parece ser que debieran figurar precisamente entre defensores de bienes amenazados. Los señores del mando y algunos del ladrillo visto, han proyectado la desdichada iniciativa de suprimir el Monte y sus caminos, el monte y sus arbolados, el monte y sus bellezas naturales y sus dispositivos para el descanso del guerrero, en viviendas. No en viviendas sociales. Sino en núcleos de chalets para el completo aparataje de la especulación leonesa, que va a por todas. Y esto que ni siquiera como teoría puede aceptarse. Además de ser patrocinados por los unos y por los otros, los demás, el resto, la gente, el pueblo calla y con su silencio otorga. Se habla de que se está montando el dispositivo típico de las protestas inútiles, o sea, la manifestación, seguramente con un lema atribulado: «Salvemos el Monte San Isidro». Evitemos que los ávidos manipuladores de los bienes, del suelo y de los cielos de León se conviertan en medios infames para negociar. León, señoras y señores de la sala, todavía no es un producto que pueda venderse al mejor postor por uno de los platos de lentejas que se suelen prevenir para estos casos; León debe defenderse de sus propios depredadores e insistir en la doctrina de un lugar para el pueblo, de unas tierras para el gozo del pueblo, de un solar para la mejor disposición del pueblo, que no es precisamente la del chalaneo, el comercio y al negocio de unos cuantos listos de la parroquia que no han visto, que no ven a León sino como un motivo provechoso de hacerse con el pan y la limosna, aunque la provincia se despueble y la Ciudad se quede en un rastrillo. ¡Salvemos el Monte San Isidro! Estamos tristemente convencidos de que esta demanda angustiosa a favor de la protección de este imprescindible pulmón de la Ciudad no va a producir ninguno de los efectos favorables que el pueblo espera y necesita y que a lo sumo servirá para el incremento incluso escandaloso de algunos presupuestos empresariales, pero así como la esperanza nunca debe perderse, nosotros, los leoneses, todavía esperamos una rectificación a tiempo. O una demostración popular significativa y ejemplar.

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