LITURGIA DOMINICAL
Conversión y seguimiento
LA SOCIEDAD democrática tiene miedo a los imperativos verbales. Sólo se usan en la propaganda comercial: «Ven, elige, llévate, aprovecha las rebajas». En el evangelio de este domingo hay dos ideas que resultan difíciles de comprender en nuestros días: la conversión y el seguimiento. Y las dos están expresadas en imperativo. Para muchos, «convertirse» es tan sólo entrar en una religión. Ese significado le da el Diccionario. Pero es algo más. Tras esa primera conversión, hay que estar siempre dispuestos a convertir nuestros corazones, a dejar que Dios nos los convierta con su luz y su gracia. Siempre hay actitudes que hemos de revisar y actos que hemos de mejorar. El «seguimiento» es la disposición para ir detrás de alguien o junto a alguien. Los jóvenes siguen a los ídolos del deporte o de la canción. Muchas personas siguen a los políticos que les ofrecen mejores perspectivas de vida. Un maestro nuevo La mayor parte de la gente sólo acepta seguir a alguien por el interés: aunque no sea más que por el prurito de salir junto a él en la foto. Al empezar su vida pública, Jesús comienza a dejarse ver por la ciudad de Cafarnaún, situada en la ribera occidental del lago de Galilea. El evangelio de hoy nos recuerda aquellos momentos primeros de su misión. Y los resume en un mensaje y en un gesto. - El mensaje original de Jesús era escueto: «Convertíos porque está cerca el reino de los cielos». Algo parecido habían pedido siempre los profetas. Ahora la llamada resonaba con una urgencia especial. Era preciso cambiar de mentalidad, de comportamiento y de actitudes. La razón para el cambio no era política sino religiosa. Dios había de ser reconocido como el Señor de las decisiones humanas. - Y el gesto primero de Jesús estaba llamado a tener unas consecuencias definitivas. Vio a unos pescadores a la orilla del lago y les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres». También los rabinos importantes tenían discípulos. Siempre eran éstos los que elegían a sus maestros. Aquí, el nuevo Maestro elegía a sus seguidores. La promesa era un tanto misteriosa. Sólo era claro que habrían de modificar radicalmente el estilo y objeto de su profesión de pescadores. Ideales y mitos Los dos imperativos primeros de Jesús no terminan en sus oyentes históricos de Galilea. Aquellas palabras se pronunciaron para nosotros: - «Convertíos». También nosotros necesitamos un cambio de mentalidad. Tenemos que revisar nuestra escala de valores. Ver qué es lo que de verdad cuenta en nuestras vidas. Para qué cosas tenemos tiempo y para que cosas nos falta. Por qué ideales damos la cara y de qué nos avergonzamos. Y controlar si nuestras ideas y valoraciones coinciden con las de Jesús. - «Venid y seguidme». También nosotros tenemos que ver a quién seguimos y por qué. ¿Quiénes son las personas que admiramos, las figuras que nos fascinan o los mitos que nos encandilan? ¿Seguimos a los que nos exigen un esfuerzo en la línea del bien y la verdad o a los que repiten que todo da igual en la vida? ¿Nos preguntamos, al menos, a dónde nos llevan los unos y los otros? - Señor Jesús, nuestra fe nos dice que la verdadera conversión moral reclama de nosotros la decisión de seguirte a ti, con la alegre libertad de quien ha sido llamado gratuitamente. Por ello te damos gracias. Amén.