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ANTONIO TROBAJO
León

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LOS SEÑORES Obispos se nos van. A Roma. Pero no se alarmen, que volverán, si Dios quiere. Se van de visita al Papa, para presentarle y compartir con él los procesos en la fe y las evoluciones evangelizadoras que se han producido en estos últimos años en nuestras diócesis hermanas. Es la visita «ad limina Petri», así llamada porque se produce «ante los umbrales» de la Sede Pontificia, ante el Papa, sucesor de San Pedro en el primado de la Iglesia universal. Allá se van nuestros padres y pastores, con un tomo de datos bajo el brazo, a reavivar la comunión eclesial, ejercer la corresponsabilidad ministerial y ofrecer un testimonio público y patente de compromiso de fidelidad al Evangelio y a la Santa Madre Iglesia. El Papa los recibirá en más de una ocasión, compartirá en intimidad algunas preocupaciones y les ofrecerá algunas reflexiones para seguir haciendo el camino de edificar la comunidad cristiana. Estaremos atentos a lo que ocurra. Buen viaje, mejor visita... y a esperar los resultados toca. Tomaremos buena nota. Mañana la Iglesia de todo el mundo celebra una jornada misional de primer orden, centrada en el mundo de los niños: la Jornada de la Infancia Misionera. Es una celebración con claras connotaciones pedagógicas, por cuanto pretende, como objetivo principal, contribuir a que los niños y adolescentes cristianos abran su conciencia y su corazón a la dimensión universalista de la fe, que debe ser proclamada en todos los rincones del mundo. «Abre tus ojos a la misión» dice el lema de este día. En el ejercicio de 2003 la contribución económica de nuestras diócesis (de nuestros chavales, para que quede claro) fue la siguiente: Astorga aportó a esta campaña 1.648 ¿ y León 21.006. Indudablemente es muy poco, pero no olviden la escasísima capacidad adquisitiva de los donantes, que dependen totalmente de las propinas de sus «papis». Aunque, verdad es también que ellos se gastan sus buenas divisas en videoconsolas, walkmans y chucherías. Pero así es la vida. Así la hacemos, quiero decir. ¡Esta maldita sociedad de consumo, que se nos mete por los tuétanos del alma! Nos tocará remar contra corriente. Dura cosa es, pero necesaria. Lo decía Chesterton: «Una cultura se salvará por aquellos que se opongan a ella». Un saludo desde estas líneas para el periódico diocesano «Iglesia en León», porque pasa de ser mensual a ser quincenal. Serán cuatro páginas que pretenderán acercar a todos los diocesanos legionenses las vibraciones vitales de la diócesis, de la Iglesia universal y del mundo. Con nuevas secciones y nuevos colaboradores. Y nueva directora, aunque no figure en la mancheta: la periodista Henar Riegas, que es desde hace unos meses directora del Secretariado de Comunicación Social en el Obispado y que, para que la sitúen con más facilidad, es la voz que llega a los oyentes de Radio Popular de León en las mañanas del domingo, de 9.45 a 10 de la mañana, en el noticiario diocesano. Buena andadura y mejores frutos. Que Dios ayude. Un golpe de sombrero ante personas de bien de ayer y de hoy. De ayer el P. Agustín Panero, al que acaban de dedicar un bello monumento en una plaza en la ciudad de Mérida, cabeza de la autonomía extremeña. Este padre redentorista fue natural de Barrientos de la Vega y falleció en el año 2002 en su pueblo natal, en olor de santidad, después de haber servido veintiún años en la parroquia del Perpetuo Socorro en la ciudad emeritense, con especial dedicación a pobres, enfermos y marginados. De hoy, el artista leonés Luis López Casado, más conocido por Monseñor, que, desde su estudio en Villar de Mazarife, ha hecho de la veneración por el arte sacro románico su vocación y su tarea. Ha sido propuesta para el Premio de las Artes. Lo merece. Con la Nochebuena se despidió de este mundo y pasó a la otra orilla -a los brazos del buen Padre Dios- D. José González Martínez («Pepe», como era llamado familiarmente), sacerdote de la diócesis castrense, nacido en Santa María de la Vega (provincia de Zamora y diócesis de Astorga) y formado en el Seminario asturicense. Fue ordenado sacerdote en 1951, junto a otros 32 compañeros y falleció en León a los 77 años, después de un deterioro evidente de su salud. Su vida pastoral, con la excepción de un par de años en Peranzanes, estuvo dedicada a la atención espiritual de las Fuerzas Armadas como Capellán castrense. Descanse en la paz de Dios.