Diario de León

CRÉMER CONTRA CRÉMER

Las tertulias y los tertulianos

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ESTO DE LAS tertulias, tanto da que se practiquen a través de las Emisoras de Radio, como que se implanten en la Televisión, no es un invento ibérico, ni muchísimo menos. Antes, como antes de que naciera Matías Prat o Ana Rosa Quintana, ya se practicaban en España la turbia manía de despellejar al prójimo, guardando naturalmente las formas que el mando estableciera. O contrariamente, dado que estos medios de comunicación general resultaban eficaces para facilitar el juego político de los señores gobernantes, fueran estos del color que fueran. Tanto la Radio como la televisión, se dieron el cuerpo y alma a la exaltación de aquellos que como se proclamaba en mi pueblo, tenían la sartén y la bolsa de los dineros a su entera disposición. Y todos los espacios y todas las excelencias técnicas se enfilaban hacia la exaltación de aquel que coyunturalmente, que todo hay que decirlo, manejaban los mandos políticos, sociales, culturales y religiosos del país. Y como la necesidad crea el órgano, esta apremiante necesidad de mandar obligó a la creación de grupos especiales de combate mediático a fin de conseguir dominar la situación de tal manera que nada, absolutamente nada, se moviera sin la voluntad del señor. Así nacieron las tertulias. Bajo la tutela o inspiración de aquel que lo puede, se reunieron algunos profesionales, a los cuales se les pagaron bien sus servicios, y éstos se emplearon más o menos hábilmente, a pregonar las excelencias de aquel producto que pretendían imponer. En puridad aquellos auténticos portavoces, venían a ser como los sabios, a sueldo, encargados de dirigir la manada. Y de tal modo acertaban en sus técnicas de influencia que llegó un momento en el cual se comprobó que lo que no aparecía en la pantalla o no se imponía al ritmo del vuelo de los pájaros, no existía, no representaba nada, no era. Y tanto daba que el problema a debatir fuera místico o científico, porque aquellos señores y señoras, resultaban auténticos pozos de ciencia y eran capaces de esclarecer los más ocultos misterios de la política en uso y abuso. El abuso de este procedimiento de convencer a las masas dio como consecuencia un estado general de estancamiento intelectual y los habitantes del poblado acabaron por atenerse en todo a lo que dijera por la Televisión o por la Radio aquellos personajes de las tertulias, auténticos profesores de educación popular. El resultado real de aquel sistema de las tertulias y de los sabios tertulianos fue que el pueblo, las gentes, en lugar de analizar según su corto o largo saber y entender, lo que se ocultaba detrás de tanta palabrería y de tanta prepotencia fue un extenso y penetrante acto de ocupación mental, que determinó la derivación del pensamiento humano hacia zonas de divertimiento y burla. Cuando se produjo el último de los cambios previstos se habló de la necesidad de organizar y aún de suprimir esta forma de misionerismo, pero seguimos ¡ay! lo mismo. La inercia intelectual ha dado como resultado que el ciudadano acomode su pensamiento, sus aficiones, sus vocaciones a lo que los tertulianos expongan a través de esos peligrosísimos instrumentos de confusión que son las tertulias.

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