Diario de León

CORNADA DE LOBO

«La semáforo»

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A UNA RAPAZA entrada en modas de ombligo al aire, abultada en lorzas y feúca de jeró la llamaban sus amigos de salir y sus colegas de empresa «La semáforo», alias desconcertante. Preguntados por el qué de este bautizo y por si se debía a lo altaricona y cambiante que era la chavala, aclaró una de sus amigas: No, la llamamos «La semáforo» porque a partir de las dos de la noche no la respeta nadie. A la Constitución se la tiene también por semáforo y así la llaman en un bar de Zarauz donde chiquetean los que grandonean (debería darse rango de ley a la cartela colgada de la pared de aquel chigre asturiano, cartela que advertía: «Prohíbese cantar, blasfemar y ser grandón»). Si a la Constitución se le enciende la luz roja... pues, oyetú, nos la saltamos, aiválaostia, putos semáforos a mí... y no sólo me la salto en la nocturnidad de la razón, sino en la diurnidad de la amenaza, ¿nos damos unas tortas, tú?... En un bar de Lloret, ante una cabeza asada de cordero y unas munchetas engrasadas de alioli, la peña de los Bigotones llama a la Consti la Prosti, y no sólo la tiene por semáforo, sino por el legajo de Madrid, otros papeles muy indicados para salvar de pisadas un suelo fregado. Pero allí a la Constitución se la saltan sólo por la noche, porque los días están estrictamente destinados a elnegocieselnegoci... Decía M. Crane que «sólo hay tres maneras de lograr que se haga algo: hacerlo uno mismo, contratar a alguien o... prohibir a los hijos que lo hagan». Atendiendo a la conseja, un alto comisionado de La Moncloa se trasladará hoy a ese bar de Lloret para comunicar oficialmente a la catalanidad de bigote oscuro (señal de luto sobre el labio porque se les ha muerto el cerebro) que se abstengan de cumplir la Constitución, que les queda prohibida. A ver si por esas. Paralelamente, otro comisionado de igual rango saldrá mañana hacia Ajuriaenea con una carta de Estado en la que única y lacónicamente se determina y conmina: «Los vascos no cabéis en la Constitución». Se trata de un último y desesperado intento que busca confirmar si es cierto lo grandón, lo bruto y lo turrión vasco establecido y consagrado en el viejo chiste: ¿Cómo se consigue meter en un seat panda a dieciocho vascos (y vascas, perdón, otras dieciocho)?... ¡Pues diciéndoles que no caben!

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