Diario de León

El paisanaje

No venía en el programa

Publicado por
Antonio Núñez
León

Creado:

Actualizado:

SEGÚN consta en papeles aportados por el padre fundador de la familia UPL, José María Rodríguez de Francisco, desahuciado de la sede como suele pasarles a todos los divorcietas cuando las cosas de dentro de casa no tienen arreglo, el famoso pacto para desbancar al PP como partido mayoritariamente votado a la alcaldía de León tenía dos patas: una, el sillón de alcalde para el socialista Francisco Fernández y, dos, la presidencia de Caja España para De Francisco. Como es natural dos patas son pocas para un banco, se mire por donde se mire, así que el equilibrio terminó rompiéndose justo por donde debería haber estado la tercera pata: el Ayuntamiento para Fernández y la Caja para Rodríguez, pero fue un error dejar con el culo al aire, dicho sea con perdón, al resto de la tropa de políticos leonesistas, que también reclamaban lo suyo (en el PSOE sobraban cargos porque para eso había ganado Zapatero, que pudo ser, aunque no llegó a tiempo, la cuarta pata que apuntalara el banquillo). Algunos se escandalizan de que la política sea un taburete al que todo el mundo quiere subirse, caiga quien caiga, y que la cosa pública se administre a base del « pa tí, pa mí» en el reparto de puestos y prebendas. Se ve que de viejos se les olvidó leer a Cánovas y Sagasta -aquellos que decían que «al amigo lo que pida, al enemigo ni agua y a los demás que les apliquen el reglamento»- o que eran tan lelos ya en la infancia que ni siquiera se les acercó nadie para cambiar cromos, como se hacía toda la vida a la puerta del colegio. Pensándolo bien de mayor, más de un concejal parece repe y no es por ofender a los que había cuando Franco. El último bandazo o bancazo o costalada, dígase como se quiera, en el gobierno de la ciudad de León no es que sea bueno ni malo ni todo lo contrario, sino que simplemente ha servido para sacar a la luz pública lo que todos, menos quienes votan con orejeras como la mula de la noria, ya habíamos intuído después de darle muchas vueltas a la cuestión para llegar al final al mismo sitio de siempre: «o sea, será por dinero». Hay que decir en honor de Rodríguez de Francisco, de alias cariñoso Pelines, que lo del mote no será porque tenga pelos en la lengua. Lo ha dicho bien claro. Primero lo echaron de su propio partido para quedarse otros con la finca. Luego los del PSOE intentaron prejubilarlo de la política con una pensión dorada en Ebro Agrícolas, si bien ahora se niegue que allí fabriquen azucarillos. Y, finalmente, le han calificado de tránsfuga por haber cambiado otra vez de bando volviendo a donde solía. Esto último tiene mucha gracia en política, donde las únicas verdades realmente creibles que se escuchan son dos: «Ya no sé si soy de los míos», cuando te saluda por la calle un concejal de la oposición en desgracia, o «cuerpo a tierra, que vienen los nuestros», histórica frase de Martín Villa cuando, siendo ministro del Interior, Tejero quería ayudarle a acabar con ETA. Al contrario que Rodríguez, el Pelines, al que dicen que ya su abuela le reñía de pequeño por trasto y culo inquieto -lo de tránsfuga le sobrevino de mayor- otros prefieren negarlo todo hasta el patíbulo. Es el caso del ex alcalde socialista Fernández, el Raquetas de mote para los que le tienen mayor confianza, según el cual ni se enteró de que su sillón iba en el mismo lote que la presidencia de Caja España. Se podría creer, pero lo prudente es no cambiarle cromos. O el del secretario regional del PSOE, señor Villalba, en cuya cocina se frieron y firmaron los pactos -como era un chalé, sería espaciosa- de acuerdo con el cual lo de la Caja nunca llegó a cumplirse. Y, hombre, la coartada no es manca, pero por lo manos ya sabemos de qué pie cojea el actual presidente Victorino González, después de darle la patada al anterior. El asalto al Ayuntamiento y la Caja, se habla incluso del Procurador del Común y demás chollos, etcétera, no venían en el programa del PSOE y la UPL cuando fuimos a votar la última vez un mes de mayo, cual pardillos. Se agradece el detalle de que nos lo confiesen ahora, como le pasó a quel caballero de usos antiguos cuando sorprendió al amante de su señora tapándose ya sin tiempo de escapar por la ventana abierta de par en par: «Por lo menos, respete usted mis cortinajes». La pasta gansa que está en juego cada vez que se firma un pacto es probablemente infinita, como las desérticas arenas mentales, que no lagunas, del canciller Miguel Ángel Moratinos cada vez que intenta chocarle la mano a Bush Fue lo que le dijimos el otro día al patrón negociando el convenio colectivo: «¿Por este precio no le saldría más barato a la empresa pagarle el plus de productividad a los políticos?». Y, dicho y hecho, firmanos todos, menos el Gobierno. Este año va a sobrar dinero.

tracking