Cerrar

El Vaticano intenta así tranquilizar a los millones de creyentes preocupados por su salud

El Papa reaparece y asegura que la enfermedad no le hará abandonar

El Pontífice impartió la bendición del Ángelus con voz débil y casi inaudible en ocho segundos

Juan Pablo II, ayer, durante la bendición que dio desde el balcón de la clínica romana

Publicado por
Íñigo Domínguez - roma
León

Creado:

Actualizado:

El Papa de los gestos volvió a hacer este domingo uno muy esperado. Reapareció una semana después de su última intervención pública, y tras cinco días de convalecencia en el hospital Gemelli de Roma por una laringitis aguda que le impedía respirar. Que estuviera en condiciones de hacerlo o fuera recomendable para su salud era secundario, porque Wojtyla quería hacerlo si los médicos le dejaban, según asegura el Vaticano. De este modo hizo acto de presencia desde la ventana de su habitación. Permaneció diez minutos asomado mientras un asistente hablaba por él y rezaba el Ángelus. Luego logró articular la tradicional bendición final en latín, pero de forma casi ininteligible. En total, el Papa habló ocho segundos, pero a duras penas. Si en el último año ya se expresaba con dificultad, delegando a menudo la lectura de sus discursos, este reciente achaque le ha apagado totalmente la voz. Unas 400 personas que se habían congregado al pie del edificio le animaron con aplausos. Entre ellos, un grupo de unos treinta jóvenes españoles, con una bandera y un cartel: «Toledo con el Papa». Fueron los primeros en llegar y quienes más se hicieron oír. En realidad era una incógnita la fórmula que elegiría la Santa Sede para hacer participar a Juan Pablo II en el Ángelus. Se hablaba de un mensaje grabado, de una conexión de radio, o como mucho, de un saludo desde detrás del cristal de su habitación. Las pantallas de la plaza mostraban la ventana en un plano fijo, con las persianas bajadas. A las doce en punto, una voz de megafonía anunció que comenzaba la oración. De improvisó empezó a oírse el sonido ambiente y se escucharon claramente los balbuceos dolientes del Papa. Fueron unos segundos de descuido, hasta que alguien cortó la conexión. Tras unos instantes de incertidumbre, finalmente se abrió la persiana, como un telón, y el busto de Wojtyla apareció lentamente junto al alféizar. Era la imagen más esperada y la gente rompió en aplausos. Para sorpresa general, la ventana del décimo piso estaba abierta, pese a la gélidas temperaturas en Roma. El frío es uno de los principales riesgos para la garganta del Papa, pero así permaneció diez minutos más. Gracias a los médicos Wojtyla estaba sentado en su butaca móvil y saludó con su mano derecha. Tenía el rostro cansado pero sereno. A continuación, el sustituto de la secretaría de Estado del Vaticano, el argentino Leonardo Sandri, leyó el mensaje del pontífice. El texto agradecía la «amorosa solicitud» del personal del hospital y el afecto de los fieles. A continuación recordaba que en Italia se celebraba la Jornada de la Vida y lanzaba un llamamiento: «¡Hace falta fiarse de la vida!». Según el escrito del Papa, «confianza en la vida reclaman silenciosamente los niños que aún no han nacido» y los huérfanos que pueden ser adoptados.