No habrá cuento de hadas
La ceremonia civil que unirá en matrimonio a Carlos de Inglaterra y Carmilla Parker estará lejos del boato y el baño de multitudes que marcó la unión entre el príncipe y Lady Di, que acabó en divorcio
La boda del príncipe Carlos con Camilla Parker Bowles será el polo opuesto a su enlace de cuento de hadas con Diana de Gales, que cautivó al mundo en 1981 pero acabó en un sonado divorcio que empañó la imagen de la Familia Real británica. Muy lejos del boato y el baño de multitudes que marcó la unión de Carlos y Diana, el heredero a la Corona y su eterna novia han elegido una ceremonia civil discreta y privada. La boda ni siquiera será de Estado y se presenta tan íntima que Clarence House, residencia oficial del príncipe de Gales en Londres, aún no ha revelado si el acontecimiento se retransmitirá por televisión. La discreción de la ceremonia contrasta tanto con los fastos de la boda entre Carlos y Lady Di, que se celebró, con alfombra roja y mucha pompa y circunstancia, en la imponente catedral de San Pablo, abarrotada por unos 3.500 invitados. Más de medio millón de personas se echaron a las calles de Londres aquel soleado 29 de julio de 1997, declarado día de fiesta nacional, para no perderse el cortejo nupcial del hijo mayor de la Reina. Nada menos que 750 millones de espectadores de todo el mundo siguieron por televisión la boda, que se convirtió en uno de los programas más vistos en la historia de la pequeña pantalla. Y es que los británicos y el mundo se rindieron a aquella joven princesa de 20 años, una muchacha guapa, sonriente y de ojos azules que irradiaba magia y suponía un soplo de aire fresco para una monarquía entumecida y anquilosada en el pasado. Diana y Carlos, que entonces tenía 32 años, parecían la pareja perfecta -¡qué lejos de la verdad, como demostraría el destino años más tarde!- y su enlace maravilló al mundo entero porque parecía un cuento de hadas. Esa suntuosidad no se repetirá en los esponsales de Carlos y Camilla, que se casarán por lo civil (ella es divorciada y católica), como hacen cada año en este país miles de parejas corrientes. La falta de glamour se acentúa porque el heredero al trono y su futura esposa no tendrán que rascarse demasiado el bolsillo, pues una boda civil en el distrito de Windsor sólo cuesta unos 430 euros, según la Oficina del Registro General. El desposorio tampoco suscita gran entusiasmo entre los británicos, que aún recuerdan a su querida y venerada lady Di y no olvidan que la princesa culpó a Camilla del fracaso de su matrimonio. En la memoria colectiva de este país colea todavía aquella entrevista televisiva en la que Diana, en plena crisis conyugal, declaró: «Eramos tres en este matrimonio, así que era algo concurrido», lo que conmocionó a los británicos.