Cosas de aquí | Los palomares de tierra
La frágil majestad del barro
Camino Bermejo y Vicente García retratan la extraordinaria variedad de palomares de barro de León, Palencia, Valladolid y Zamora y alertan contra su trágico final
«En nuestros campos los palomares se están cayendo, se deterioran por falta de cuidado, por falta de uso, por desidia y dejadez...». Camino Bermejo y Vicente García son los autores del medio centenar de fotografías de palomares de barro que se pueden ver en la obra social de Caja España en Veguellina de Órbigo hasta el 27 de febrero y que en los próximos meses recorrerán la provincia, desde Bembibre a La Pola de Gordón, de La Bañeza a Astorga y de León a Sahagún. Es la síntesis apurada de cuatro años de trabajo en busca de palomares -«algunos ya son muñones de esa tierra que pronto se confundirán con ella»- en León, Valladolid, Zamora y Palencia. Son un ramillete ejemplares de barro con características constructivas muy diferentes entre sí, pues aunque sólo hay dos tipos de estructuras, circulares y poligonales, la cubierta es un elemento muy diferenciador. Los hay de cubierta de una sola plancha, con el tejado a dos y a cuatro aguas y con varios niveles. También los hay que vierten hacia un patio interior, como emulando las villas romanas. No en vano, la abundancia de palomares en nuestras tierras se debe a la gran afición que los dominadores romanos tenían por palomas y pichones; «para la guerra, como mensajeras para la paz, como símbolo, para la cazuela...», precisan los dos fotógrafos. Camino Bermejo y Vicente García comparten su afición fotográfica con la labor docente y tal vez por esa vocación de transmitir valores y conocimientos no han podido reprimir un canto a la recuperación de los palomares y de «una actividad precisa» que garantice su supervivencia. Tampoco han pasado por alto las restauraciones más desafortunadas, «con materiales y procedimientos poco adecuados (chapas de hierro y uralitas), que pueden acelerar el proceso de deterioro que padecen», indican. La evidencia que han recogido a lo largo de cuatro años es «el deterioro constante y creciente» y que «numerosos palomares se han caído y muchos se encuentran en un estado tam ruinoso que los convierte en irrecuperables»; pero también que en algunas zonas, como en las lagunas de Villafáfila en Zamora o en Valladolid «se han llevado a cabo trabajos de reconstrucción de palomares». En Palencia se encontraron con exhaustivos catálogos de los palomares existentes, pero en León poca cosa han hallado después del libro que publicó en 1991 don Santiago Díez Anta. Los planes de recuperación de la arquitectura tradicional del Instituto Leonés de Cultura han contribuido a la conservación de algunos ejemplares, pero el tiempo, el abandono y los años húmedos han podido con muchos más colosos de barro. Una cultura milenaria acaba con ellos.