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CRÉMER CONTRA CRÉMER

Alcorlo cabalga de nuevo

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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ALCANZAREMOS UN DÍA en el cual los inventores, los embaucadores, los profesionales de la crónica de andar y no ver por los campos de la pintura y aún del arte en general, abandonen su máscara de falsa modernidad y presten la debida atención hacia los verdaderos gigantes que muchos se obstinan en presentar como molinos de todos los vientos. Y entonces, las provincias y los provincianos seremos gratificados por nuestra fe con la presencia y la asistencia de hombres entregados al arte, de seres milagrosos capaces de rescatar de las nubes más luminosas los trazos claros de la pintura, de la escultura, de la música. Porque, si no acudimos a tiempo nos exponemos a que la confusión nos envuelva y aceptemos por ignorancia o por comodidad los esquemas mentales de los inventores de ocurrencias. En el mundo entero y naturalmente también en España, están tomando mando y presión, no los más preparados y mejor enterados del fenómeno del arte, sino aquellos que han conseguido el dominio de un lenguaje críptico para expresar, para decir, aquello que no queremos decir, o si se prefiere aquello cuya significación real y verdadera exigiría más ingenio que talento. Y esto, que parece el resultado de un empacho de teórica, viene a cuenta y a cuento de la presencia en una de nuestras salas de arte -«Arte Lancia»- de un pintor. No de un inventor de figuraciones, sino de un pintor de hombres, de seres humanos, que aman, que cantan, que bailan, que ríen y que se desesperan al darse cuenta de que el mundo, no es ni remotamente como el hombre necesita que sea para su mujer acomodo personal. Manolo Alcorlo, que tal es el nombre del artista invitado, despliega una nutrida crónica de realidades y de futuridades. Y lo hace torciendo paródicamente el gesto de sus personajes y permitiéndoles expansiones circenses, porque el mundo en el cual el hombre «es» resulta en la realidad y en la apariencia un mundo de alucinados, de desviados, de ángeles y diablos inocentes. El artista, en su momento de creación, afila sus pinceles para dar con el perfil más exacto y significativo de sus personajes y empapa su paleta, hasta cubrirla por completo, del color del hombre, de la gestualidad del ser humano, del tremendo silencio de las figuras arrancadas del retablillo del cervantino Maese Pedro. La pintura turbadora de Manolo Alcorlo seduce y domina... No es una coloración la suya para cubrir técnicamente una tela, sino unas tonalidades que el pintor se saca de un alma turbada y enamorada para general conocimiento. El expresionismo burlesco de Manolo Alcorlo es sin duda, una consecuencia de su propia estampación como hombre del Renacimiento. De ahí que su pintura descubra impúdicamente algunas analogías con los personajes estrafalarios de Velázquez. Manolo Alcorlo es sin duda el artista más real y al mismo tiempo más misterioso y mágico de cuantos andan por los caminos de Montiel buscando malandrines. Cuando las aguas del Arte, obedezcan a un curso normal, Manolo Alcorlo será nuestro maestro. Y serán condenados al ostracismo tantísimos guías desnortados como se producen en las riberas de todos los ríos de España... La muestra que Alcorlo ofrece en la galería «Lancia» es un anticipo o si se quiere un clarinazo que nos avisa de un despliegue de superior ambición.

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