CORNADA DE LOBO
Suena el cuerno
QUIZÁ SUCEDA en futura reencarnación. Por ahora, no hay remedio. Una banda de cornetistas lleva meses subiéndonos al Gólgota a base de patadas a la armonía y con estridencias metálicas de mucho rayar las tripas. Ensayan y están en su ley, que es un delito, y en su impunidad oficial, pues no hay un solo guardia que les riña siquiera o les sugiera que bajen el tono y aplaquen las furias del decibelio al mamporrear el parche. Todos los días, dos o tres horas, la paponada tonante abarrena el tímpano a la vecindad. Cualquier mes. Un año tras otro. Aguante bíblico y pelotas de flan sí que tenemos. Suenan trompetadas nazarenas andaluzas en octubre, en navidales, por carnavales o el día de san Valentín; así cada día de la semana; siempre toca tocar tocando a huevo y a arrebato. ¿Todas nuestras tardes han de ser Viernes Santo? ¿Por qué? ¿Y por qué todas? ¿No habría una tregua, coño, una paz palestina a la que no se niega ya ni el acémila Sharon?... Si al menos fueran villancicos lo que ensayan, diríamos «ande, ande, ande, la marimorena» cada vez que asaltan a mano armada de corneta nuestra oreja atada a la columna, escarnecida y azotada por latigazos de tararís con incesante tamborrada de marcha cuartelera y más tararí. Piensa un vecino que si el Miércoles de Ceniza o o el Viernes de Dolores tocaran «Noche de Paz» y le pusieran al Nazareno dos pistolas y un tiruliru móvil, acabaría completándose el delirante aguafuerte goyesco. Llegará el día en que nuevas generaciones de la paponería copiante harán tunning con los pasos carrozándolos con spoilers, escapes cromados, amplificadores y altavoces de trepidación hasta clavar los cornetazos en las plantas de los pies de los ángeles. Al tiempo. Mientras, un Cristo desconsolado, se lamenta: «¿y para qué dije yo en los evangelios que cuando fuérais al templo no hiciéseis como los fariseos que llegan anunciándose con trompetas y ostentación?» El cristianismo y la corneta no van por la misma senda; el fariseo y el cuerno sonante, sí. Hay mucho saduceo con túnica, piensa el vecino. Y veráste tú lo que ocurrirá en Sahagún, donde una turba de borrachos cofrades montará barrila este año cuando la autoridad municipal les vete la creciente cencerrada blasfema que montan en su procesión de improperios y litronas. ¿Alegarán que su cagondiós es patrimonio popular?...