Diario de León

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Ciencia y medicina en «El Quijote»

Medicina, farmacología, veterinaria, astronomía, matemáticas, geometría, ginecología, están tan presentes, que merece la pena una especial atención desde esta perspectiva

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César A. Chamorro - león
León

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2005 es -no sólo- el cuarto centenario de la publicación de la más universal de las obras literarias: El Quijote. También es año de otra conmemoración que, seguramente, para los españoles pase más inadvertida pero que ha tenido una trascendencia de -todavía hoy- incalculables dimensiones: hace cien años Albert Einstein publicó los artículos sobre la teoría de la relatividad y de la mecánica cuántica, lo que sentó las bases de toda la física moderna. Pero, volviendo al caso de El Quijote , bueno será aprovechar su conmemoración par pasar revista a lo que, a veces, parece que tiene una difícil comunión: la ciencia y la literatura. Y es que, en este caso, los especialistas se muestran sorprendidos de los conocimientos médicos de Cervantes, como es el caso de José Manuel Reverte, del Museo de Antropología Médico-Forense, Paleopatología y Criminalística, prestigioso antropólogo forense que explica que El Quijote es «un excepcional muestrario tipológico, cultural y sociológico válido para todas las épocas. Pero también todo un tratado de Medicina, Farmacia y Veterinaria». Así pues, bueno será repasar El Quijote desde la perspectiva científica para aportar nuestra pequeña contribución a su conmemoración. Un buen ejemplo de ello lo han dado otras publicaciones como La Ciencia en El Quijote publicado en Muy Interesante, la Antropología de El Quijot e, en la web de la Universidad Complutense de Madrid, o Cervantes, Don Quijote y las Matemáticas del matemático de la Universidad de La Laguna, Luis Balbuena. Un tratado de nutrición Efectivamente, El Quijote es de enorme interés para el que quiera estudiar nutrición. Como explica Reverte, Cervantes es muy elocuente cuando habla de comida, bebida, hambre y sed. Seguramente escribía pensando en su propia vida, sean las pantagruélicas comidas de Camacho el Rico o de los Duques, o la franciscana austeridad de los trozos de queso y las bellotas de su escudero Sancho, pasando por la dieta vegetariana de los caballeros andantes y llegando hasta el ayuno sentimental y masoquístico del propio Caballero de la Triste Figura: «Hágote saber Sancho, que es moda de caballeros andantes no comer en un mes». Se le veía a Don Quijote después de su primera salida «flaco, amarillo, los ojos hundidos en los últimos camaranchones del cerebro», tendido en un montón de heno y sobre un carro de bueyes, que fue necesario «para hacerle volver un tanto en sí, gastar más de seiscientos huevos». Nada más y nada menos que 88 alimentos diversos menciona Cervantes a lo largo de su obra. Entre los pescados: el badejo, el bacalao, el caviar negro o cabial, el curadillo, los peces de la laguna de Ruidera, truchas, truchuelas y sardinas arenques. Entre las carnes: cabrito, carnero, conejo (albar, fiambre y peliagudo), gallinas, gallipavo, ganso, gullerías, lechones, jamón, liebre, novillo, palomino, perdices, pichones, pollo, ternera, tocino, torreznos asados y vaca. Entre los vegetales: aceitunas, ajos, cebolla, hierbas, nabos, tagarnina y zanahorias. Legumbres, como algarrobas, cebada, garbanzos, lentejas y trigo y un largo etcétera de otras viandas. Medicina Las enfermedades también forman un extensísimo capítulo del que sólo citaré algunos ejemplos. Menciona Cervantes una serie de síntomas tales como: calentura, canicie, cefalea, diarrea, eructos, estornudos, halitosis, hidropesía, sudor, tos, vómito o vómito de sangre. Las citas a la diarrea son elocuentes «comenzó a desaguarse por entrambas canales con tanta priesa, que la estera de anea sobre quien se había vuelto a echar, ni la manta de angeo con que se cubría fueron más de provecho». Y así fue que después de muchos apuros «le pareció que no podía mudarse sin hacer estrépito y ruido», pero fue tan desdichado que al cabo «vino a hacer un poco de ruido». Por fin, después de una serie de apuros «se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado. Hidropesía y sed intensa son los dos principales síntomas de la cirrosis hepática, según explica Reverte. También de ello hay citas: «Y aunque no tiene barriga (la muerte) da a entender que está sedienta de beber e hidrópica». El vómito se manifiesta en Don Quijote al tomar el conocido brebaje que es el Bálsamo de Fierabrás, de tal manera «que no le quedó cosa en el estómago, y con las ansias del vómito le dio un sudor copiosísimo». También se da cuenta de enfermedades de los ojos, como el estrabismo de Ginés de Pasamonte: «de edad de 30 años, al mirar metía el un ojo en el otro un poco». También conocía Cervantes lo que son cataratas y que y el empañamiento de la visión que esta enfermedad de la vista va produciendo, ya que Sancho refiriéndose a la supuesta Dulcinea, asegura que después de comprobar su fealdad y bajeza, observó que tenía «cataratas en los ojos y mal olor en la boca». Enfermedades de la piel La nariz de aquel caballero «era de demasiada grandeza, toda llena de verrugas, amoratada como berengena», posible caso de una patología conocida como rinofima. La lepra también está presente cuando al hablar don Quijote del astrónomo Ptolomeo, de pronto Sancho, dice: «Vuestra merced me trae, por testigo de lo que dice, a una gentil persona, puto y gafo con la añadidura de meón meo». Gafedad es una lepra de dedos por la que estos se mantienen fuertemente encorvados en forma de gancho. Asimismo, se hace alusión a la viruela, cuando el labrador que se entrevista con Sancho, siendo éste gobernador, cuenta que su futura nuera es una perla oriental, ya que «si se la mira por el lado derecho parece una flor del campo, por el izquierdo no tanto, porque le falta aquel ojo que le saltó de viruelas, aunque los hoyos del rostro son muchos y grandes». Se alude a la malaria, cuando Cervantes dice de Sancho que «comenzó a dar dienta con diente como quién fierre frío de cuartana». Se menciona la dermatitis seborreica del cuero cabelludo cuando Altisidora, cantando a don Quijote desde la ventana de casa de los Duques, le dice: «¡Oh! ¡Quién se viera en tus brazos o si no, junto a tu cama, rascándote la cabeza y matándote la caspa!». También se relata un caso de epilepsia. El de Miguelturra cuenta al gobernador Sancho Panza como su hijo «es endemoniado y no hay día que tres o cuatro veces no le atormenten los malos espíritus» y añade que «Tiene la condición de un ángel, y si no es que se aporrea y se da de puñadas él mesmo a sí mesmo, fuera un bendito». La farmacopea hace uso, entre otros remedios, de las propiedades cicatrizantes del romero, como el caso de uno de los cabreros que sin vacilación y para curar la oreja de don Quijote... «Tomando algunas hojas de romero del mucho que por allí había, las mascó y las mezcló con un poco de sal, y aplicándoselas en la oreja se la vendó muy bien asegurándole que no había menester otra medicina». Se cita el estrabismo: «de edad de 30 años, al mirar metía el un ojo en el otro un poco» DON MIGUEL DE CERVANTES

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