Los bonsáis se van al Prado

Son árboles tan pequeños que sí permiten ver el bosque. Los bonsáis que el ex presidente Felipe González mimó en La Moncloa han encontrado alojamiento definitivo. Los ejemplares, que González donó en 1996 al abandonar el Gobierno, han sido emplazado en el Jardín Botánico, a un tiro de piedra del Museo del Prado. Ciento ocho piezas componen esta colección de plantas ornamentales, la más importante en su género de Europa. Coincidiendo con la conmemoración del 250 aniversario del Jardín Botánico, ayer fue inaugurada la exposición de los bonsáis de González, ejemplares que se pueden ver en un paseo elevado creado especialmente para alojar las especies monclovitas. Un arte más allá de la política Acompañado por su mujer, Carmen Romero; del presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) (al que pertenece el Jardín Botánico), Carlos Martínez, y de la ministra de Educación, María Jesús San Segundo, Felipe González recorrió el itinerario donde se han colocado los bonsáis, que se ubican en una zona descubierta del museo conocida como «Terraza de los laureles». Momentos antes de descubrir la placa en la que el Jardín Botánico agradecía a González la donación, el dirigente confesó que no hubiera podio reunir tal muestrario de árboles sin la ayuda de Luis Vallejo. El cuidado de bonsáis servía al inquilino de La Moncloa para «descargar adrenalina» y le procuraba el placer «de ver la obra acabada», satisfacción que no le procuró la política.