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Publicado por
IGNACIO RAMONET
León

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EN EL MARCO del Foro Social Mundial de Porto Alegre, ante unos cinco mil jóvenes y junto con José Saramago, Eduardo Galeano y Federico Mayor Zaragoza, intervine en un panel titulado: «El Quijote hoy: utopía y política». Decía Napoleón de su general Miranda (un venezolano precursor de los Libertadores): «Es un Quijote, pero no está loco». Aunque la cuestión de la locura de Alonso Quijano es asunto sin resolver y sigue siendo objeto de apasionadas discusiones entre especialistas, yo pienso que en el Foro Social Mundial también hay muchos Quijotes -y muchas Quijotas- que tampoco están locos ni locas. ¿Era el Quijote un utopista? En el sentido propio de la palabra no lo creo. Un utopista, en el mero sentido del término, es aquel que desea construir una ciudad ideal, una sociedad perfecta. Una utopía es un proyecto político, un esquema preciso para edificar una República feliz. Tomás Moro, que murió decapitado, describe un mundo ideal, en paz perpetua, detalla con precisión cómo debe ser su Constitución, cómo debe funcionar su economía -la propiedad privada no existe-, describe su urbanismo, las relaciones entre los ciudadanos, y relata los pormenores de la vida cotidiana de los habitantes de esa isla llamada Utopía (del griego utopos: ningún lugar). No es el caso del Quijote. Éste no lucha por imponer un modelo de República ideal. Lo que no soporta son las injusticias. Él no quiere hacer entrar el mundo tal como es en un marco preconcebido, sino «enderezar entuertos», es decir: cambiar las cosas. Más (o menos) que utopista, el Quijote es sin duda un altruista, ofrece su valor, su esfuerzo, su generosidad -y la ofrece gratis-, para combatir las injusticias en el mundo. No lucha por un mundo ideal. Porque todos los «mundos ideales» acaban defraudando. Y a estas alturas de la historia sabemos que todas las utopías fracasaron, a veces de espantosa manera. El Quijote piensa que otro mundo es posible pero no tiene un programa preciso, dogmático de cómo debe ser ese mund, no quiere obligar a nadie a entrar por la fuerza en el corsé de un eventual nuevo mundo feliz. La analogía principal entre el Quijote y el Foro Social Mundial reside en el hecho de que el Foro es un proyecto desquiciado -cambiar y transformar el mundo- pero que se ha podido realizar.

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