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CRÉMER CONTRA CRÉMER

San Valentín y los padres separados

Publicado por
VICTORIANO CRÉMER
León

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Y USTEDES perdonen que por una vez y aunque sirva de precedente, en lugar de sacar a relucir con todo el derecho del mundo, el santo de los Enamorados, San Valentín, para tratar de las mujeres separadas, lo hagamos de los padres en la situación de alejados del amor de sus amores. Porque digan lo que quieran las señoras de Tribulete, también los hombres separados sufren, y aman y se desesperan y acuden al Procurador del Común en demanda de protección. Porque ciertamente la mujer separada lo pasa mal, pero tampoco hay que desdeñar el sufrimiento y la indefensión que sufre el padre separado. Resulta el ser humano más solo, más indefenso, más a merced de todos los malos vientos. Así que se produce la separación, el hombre se queda sin nada: sin mujer, sin hijos, sin posibilidad de vida. Porque el hombre separado no sabe hacer nada: ni freir un huevo, ni planchar una camisa, ni poner en marcha la lavadora. Así que se despierta, si es que la angustia le ha permitido dormir, se encuentra con que tiene que hacer la cama, que deshizo 1397058884 ¡oh dolor!- solo y poner el desayuno en condiciones de ser al menos probado, y sale disparado hacia el lugar de trabajo 1397058884 si es que ha conseguido un puesto a la lumbre- con el corazón caliente y el estómago frío y destemplado. La Asociación de Padres de Familia Separada de León, puso ante el Procurador del Común, entre otras señales claras de abandono de la especie, el hecho bien significativo de asistir al hecho del reparto de subvenciones para las señoras separadas y sin lograr que el colectivo varonial se vea beneficiado por idénticos favores oficiales. Luego está el juego hotentote de la llamada custodia compartida, en la que casi siempre sale perdiendo el padre de las criaturas situadas en el centro de la tempestad, teniendo los padres separados que andar mendigando la concesión de una hora de contacto con las tiernas criaturas, sencillamente porque todos los Procuradores del común consideran que los hijos son sólo de las madres y que los padres deben resignarse y si quieren hijos que les alquilen. He tenido ocasión de hablar largo y tendido con algún padre separado y me ha conmovido. ¡Por favor! Vamos a ver si acertamos a distribuir justamente el patrimonio humano cuando se quiebran los lazos del matrimonio o del emparejamiento y permitamos que los niños se acerquen a los padres, lo mismo que lo hacen con las madres. Claro es que tal vez resulte difícilmente convincente la justificación de esta protesta ante el Procurador del Común considerando una actitud discriminatoria y anticonstitucional que no permitan que uno de estos padrecitos abandonados sean admitidos en una casa de acogidas de mujeres. Porque no deja de ser también un contrasentido, que quien al parecer no fue capaz de sufrir con paciencia y santa resignación cristiana la compañía de una mujer, solicite formar parte de un colectivo de mujeres, acogidas o no. El corresponsal que nos informa dice que la Dirección General de la Mujer deniega al hombre separado el acceso a una Casa de Acogida para mujeres, «porque dicho recurso social y asistencial es específico para mujeres. Tendrá razón la Dirección General de la Mujer, pero ¡coña! ¿y de los hombres separados, qué? El jovenzuelo alado San Valentín será todo lo santo que se quiera del campo del amor, pero algo no le funciona con los padres separados.

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