Diario de León

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TODAVÍA hay quien cree que la moda es un motor de la economía en este país de arpillera mental. Se apostó por la creación, el diseño, la autarquía creadora de la meninge ibérica y todo se nos está quedando en celofán y pasarela, colorín de pueblo y extravagancia copiada. ¿Estudias o diseñas?, se decía en los noventa. Galicia descubiró la arruga del Domínguez y hasta Fraga se la creyó. En Oviedo quisieron lanzar también su apuesta autóctona por la moda, así que allí también decían lo de ¿Asturias o trabajas?... El cuento de la moda es un cuento; y la moda es una mentira de vejez calculada. Ser efímera es su mandato, o sea, su negocio. Esa falda hoy rabiosa y despendolá estará mañana fané y pasará al fondo de un armario retacado hasta el insulto de prendas que ya estaban muertas antes de estrenase. Aún hay majaderos que hablan de la moda como industria y de lo que mueve la gran pijada. Quizá es porque la industria de verdad se la fumaron previamente. Moda es dinero. En esta creencia se basa el chorrón de ayuda pública. Ya no hay comunidad autónoma que no financie algún centro de corte y confección, una pasarela en Tordesillas, un museo de arte contemporáneo donde se programan conciertos de trapito o auditorios que proponen exposiciones de bidets y marcos sin lienzo. Con dinero de todos, claro, porque el privado corre que se las pela ante este picudo panorama. Nadie le persuade o lo retiene, porque sobra pólvora del rey que no gastamos para conquistar, sino para lanzar al viento cañonazos contra moscas y artificios de modernez. En este estado de opinión o de consigna, teles y papeles se llenan cada pocos meses de pasarelas, modelitos y diseñadores que ni Dios conoce aquí y que nunca pasarán el Ebro (no digo el Rubicón; la moda española no pinta un pijo en el negocio internacional del vestir despilfarrando; alguien nos está engañanado; ¿o somos nosotros mismos?). Hasta la saciedad nos embuten el paisaje de desfiles y extravagancias. Ensayando originalidad se nos quedan en estrambote y disparate, única forma de que incluyan en un minuto de telediario su modelito de teta al aire y bragas por fuera. Arde el espectáculo. Sus cenizas no valen ni para espulgar escarabajos del patatal en el que estamos metidos. Y el poco ingenio que resta lo quemamos en lo inútil. Bien.

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